Economia

Tres digitos fatales

El país se encamina a una inflación en torno del 100% según diversas consultoras. Resultado de la inacción, la falta de planes y la improvisación permanente. Todos lo padecemos.

Se veía venir, pero poco se hizo al respecto. De todos modos hay que reconocer que un cuadro que era delicado hasta la renuncia del ministro Guzmán se convirtió en explosivo a partir de que se hicieron explícitas las diferencias dentro de la coalición de gobierno, una vez que quien detenta el poder le soltó la mano a quien oficia como presidente de la Nación

Es que el éxito económico de una gestión depende en principio de la credibilidad que genera, y este es quizás el punto más débil de todos los que muestra un Ejecutivo que no acierta con una sola medida de fondo. La constante predica sobre la cuestionable toma de deuda en que incurrió el gobierno anterior o la guerra en el Mar Negro ya no sirven como excusas. Brasil, Bolivia, Perú, Paraguay, Chile, Ecuador y Uruguay comparten el planeta con la Argentina y tienen en un año la carestía que nuestro país registra en un mes. Hasta el bizarro gobierno de Venezuela está ordenando sus cuentas.

El New York Times consuela a los estadounidenses con el mal ejemplo argentino. "Si crees que 9% de inflación es malo, imaginate que sienten los países que viven con un 90% anual". Un equipo del diario visitó nuestro país y afirma que su economía "es imposible de comprender". En Bolivia hablan de una "Argentina regalada"; un billete de nuestros 100 pesos equivale apenas a 1,50 pesos bolivianos (dos monedas).

Desde enero de 1945 a la fecha, la inflación acumulada es de 278.901 billones por ciento. Se trata de un mal recurrente en nuestro país. Ahora vamos rumbo a la peor carestía en 30 años sin que nadie atine a detener la caída.

Explicado hasta el cansancio, el fenómeno de la inflación deviene de la emisión, y esta a su vez de un nivel de gasto por sobre los ingresos. Financiar clientelismo usando la impresora de billetes es un camino sin salida. Los precios vuelan y el peso pasa a ser papel pintado, despreciado por la gente; desde comienzo de 2022 ha perdido el 74 % de su valor frente al dólar.

La deuda contraída en pesos es otra salida facilista con consecuencias impensables. Un analista explica como un gobierno aparentemente ocupado en recortar $500 mil millones anuales en subsidios va a generar por otro lado una suma similar en términos del pago de intereses (implica más emisión, claro, y más inflación), luego de la suba astronómica de tasas dispuesta por el Central para contener al dólar. Secar la plaza de pesos que nadie quiere no es mala idea, solo que había que empezar mucho antes. Ahora, subir la tasa equivale a aumentar el gasto público y se termina recurriendo a cifras que traen a la memoria el tristemente célebre plan Bonex.

Lo único positivo de este momento es que cede la histeria respecto del campo y los precios de los alimentos. No solo porque el agro no fija el valor de sus productos sino porque rubros protegidos como indumentaria y calzados suben mucho más.

En tanto, una economía sin precios que duren más allá de las 48 horas, sobrevive como puede. Para peor con un Estado superpoblado, que ha gastado u$s 144 mil millones para mantener ficticiamente bajas las tarifas de los servicios, con enormes erogaciones en planes sociales y un sistema tributario insaciable.

Hasta acá es escaso el impacto del nuevo ministro de Economía; las variables no responden como lo harían ante buenas expectativas. Necesita un viceministro que sepa del tema, pero los más destacados en este sentido rechazan el convite. Precisa un plan que convenza a la población de que esto no es un parche y que vamos hacía algo realmente serio. Tampoco lo tiene. Mientras tanto, el tiempo corre y los problemas se multiplican.