Trigo

Doble responsabilidad: clima y regulaciones estatales

La dolorosa hipótesis de que el país tenga que importar el cereal para abastecer la demanda interna invita a reflexionar sobre las responsabilidades de cada sector empresario

Quedarse en las críticas a los controles dispuestos por el polémico secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, que tomó muchas medidas con un profundo desconocimiento de cuestiones esenciales, como el las calidades comerciales del trigo, es sólo ver una parte del problema. También son responsables los principales actores empresarios que convirtieron las regulaciones, que ideológicamente las rechazan, en muy buenos negocios particulares a costa del sistema.

Exportadores, ¿los malos de la película?

En trigo, desde el inicio, los “malos de la película” son los exportadores, que apenas aparecieron las primeras intervenciones aprovechaban para comprar barato el cereal, tomando márgenes insólitos, respecto del valor internacional, cuando las exportaciones estaban cerradas y cuando aparecían los permisos de despacho, que tendrían que haber impulsado los precios, nada pasaba porque ya tenían el cereal comprado.

Las entidades de productores empezaron a denunciar que los compradores se quedaban con parte de la renta que les correspondía. Pero luego hubo un cambio de reglas de juego: el ahora ex subsecretario de Agricultura, Oscar solis, impulsó la firma de un acta acuerdo entre casi todos los eslabones de la cadena comercial/industrial del trigo en el cuál se disponía que si los exportadores compraban trigo disponible lo debían hacer abonando un FAS teórico, pero podrían pagar el precio que quisieran con plazo no menor de entrega de 90 días en adelante.

En los papeles el pacto se mantuvo, pero no en la realidad. Es que los exportadores siguieron comprando el cereal a precios ridículos con entrega a partir de 90 días en adelante, pero luego le daban descargas disponibles o en todo caso se los pagaban. Es por eso que por infinidad de días no había precios de Pizarra pero sí operaciones que en la realidad (no en los contratos) eran en condición de disponible.

De vez en cuando algunas maniobras salían a la luz en los medios, pero las entidades de los acopiadores y corredores nunca denunciaron la maniobra que perjudicaba a la producción. Peor no lo hacían a sus espaldas: contribuían a la farsa porque sus propios comitentes preferían malvender a no vender, como pasaba cuando el mercado estaba cerrado a la exportación.

Sobran los motivos

Pero los exportadores tienen razones de sobra para haber actuado como lo hicieron. Es que debían meter en el costo del precio la absoluta arbitrariedad del otorgamiento de los permisos de exportación (Roe). En efecto, a los exportadores les daban pocos Roes, siempre estaban muy retrasados. Como para tener un ejemplo de esto, vale decir que respecto de trigo comprado en enero, le daban los Roes en mayo o junio. A veces, rechazaban los Roes a algunos mientras que a otros se los daban, y viceversa. Esta locura vivida en carne propia por los exportadores hacia armar estrategias de negocios compensatorias a perdidas en otros rubros.

Pero los exportadores en vez de denunciar públicamente los fallos del sistema, se acomodaron contribuyendo a la farsa. También lo hicieron los corredores y acopiadores que nunca lo denunciaron por temor al gobierno.

¿Y que hicieron los productores?

Tan poco trigo se vendía que en el gobierno empezaron a armar listas de productores y mayormente cooperativas a las que, a dedo, los exportadores le podían comprar. En muchas ocasiones, las cooperativas elegidas estaban en tremendos aprietos ya sea financieros, de espacio o hasta de calidad, y ni que hablar si eran de un municipio controlado por kirchneristas. Algunas listas fueron beneficiadas por altos precios, pero en muy pocos casos, casi ninguno por el pacto de pago del precio FAS.

Con tal de sobrevivir, pero también de crecer en algunos negocios de exportaciones, muchas cooperativas aceptaron las reglas de juego y nadie salió en público a criticarlas, quedando así un relato lavado para el gobierno y un rosario de críticas en ámbitos privados. De estas maniobras con las famosas listas, hubo dos datos muy difíciles de asimilar entre los productores. Uno de ellos fue la denuncia que la misma Federación Agraria había solicitado en 2011 y 2012 que a través de un listado arbitrario generado por ellos mismos, la Secretaria de Guillermo Moreno le otorgue a algún comprador la facultad de compra del trigo de ese listado con sus posteriores Roes. Es más, la denuncia asegura que las entregas del grano fueron inmediatas en la realidad (no en los contratos) pero no se les pagó el Fas a los productores. 

El otro dato doloroso fue cuando apareció una lista llena de corredores a la cual nuevamente los exportadores debían hacerse cargo de comprarles un cierto tonelaje que de antemano el secretario Moreno había impuesto. Estaban casi todos los corredores de argentina, menos los de Rosario. ¿Por qué? El rumor que corría era que el propio Moreno había arrancado literalmente a los corredores rosarinos en represalia a declaraciones periodísticas críticas del presidente de la Bolsa de Comercio, Cristián Amuchástegui. 

Los “amigos” molineros


Tal vez con peor prensa que los exportadores aparece la industria molinera, que –como cazador en el zoológico- desde la intervención compra el trigo barato al no tener la competencia de los exportadores y vendía (sin ROE) la harina a precios internacionales. Que el presidente de la Federación de la Industria Molinera (FAIM), Alberto España, durante el gobierno de Néstor Kirchner y el primer mandato de Cristina Fernández, haya terminado como diputado nacional por el kirchnerismo tampoco contribuyó a desmentir acusaciones de lazos del sector con el gobierno.

¿La industria molinera aprovechó el contexto para hacer grandes inversiones que le permitan convertirse en potencia mundial o sólo pensaron en el crecimiento personal? ¿Aprovecharon la situación favorable sin precedentes de la molineria sin mirar el daño causante escudándose en que el gobierno los obligaba a comprar barato? Y ahora que falta el trigo, ¿se comieron la curva? ¿Pensaron, como todo el mundo lo hizo, que el productor sembraría trigo porque no sabe hacer otra cosa?

Pero los molineros también presentan sus argumentos para refutar acusaciones. Es más, para los industriales, la principal medida que tomó el gobierno para su beneficio no tuvo nada que ver con el precio del trigo sino con cambios impositivos que los protegieron de la competencia desleal de las empresas que trabajaban en negro. 

Lo cierto es que a principios de este siglo la industria molinera estaba de capa caída. Pero hoy, más de diez años, el sector está bien parado. Los molinos sanearon cuentas, aumentaron exportaciones y también invirtieron para aumentar capacidad de procesamiento y llegar a tener margen para exportar 2 M de toneladas por año. Pero lejos estuvo de ser un boom como el caso aceitero. 

Y si bien avanzó la concentración empresaria, con Molinos Cañuelas como gran protagonista, todavía sigue siendo un tejido empresario pyme, y por ahí se entiende cierta conducta conservadora y faltas de herramientas crediticias para invertir fuerte en procesamiento. Tampoco hubo un fuerte proceso de extranjerización que experimentó la industria aceitera, pero sí llegaron grandes del exterior, como Cargill, que hoy es uno de los jugadores principales del negocio.

Es más, los molineros aseguran que quién dice que porque baja el trigo la industria se queda con una diferencia, me parece que no conoce la realidad de estos sectores porque aseguran que como en el sector hay mucha competencia entre las empresas, si baja el precio del trigo baja del precio de harina para no perder clientes. Y sobre los precios bajos, hoy recuerdan que en lo que va de 2013 se está pagando el trigo por encima de los valores de referencia FAS, pero los molineros no salen a decir en los medios que los productores le están robando dinero. 
Y otros de los argumentos que ponen para diferenciarse del gobierno es la millonaria deuda que tiene el gobierno con el sector en materia de compensaciones, que oscila los $2.000M.

¿Y el valor de la palabra?

El molino tenía la obligación de comprar trigo tanto como para abastecimiento interno como así también para la exportación con valor agregado, siempre pagando el precio FAS teórico + - contra flete. Pero los molinos hacían sus negocios con terribles distorsiones que estaban enmarcadas dentro de la legalidad, utilizando descuentos adicionales por calidad y/u otros rubros. Esta maniobra fue denunciada por las entidades de la Mesa de Enlace, a lo que Moreno corrió la mirada hacia otro lado ya que nunca proporcionaron un nombre de algún empresario, pero si hacemos el test de legalidad controlando los negocios en comparación del momento realizado podrán saltar a la luz pero por supuesto, siempre demostrando su absoluta legalidad en el proceder comercial. 

¿Adónde quedó el proceder ético comercial con el que se engalanó siempre el negocio cerealista? ¿Las empresas lo hicieron “desaparecer” para poder sobrevivir en un contexto de mercado regulado? ¿O se lo olvidaron en un cajón para poder hacerse millonarios?