Ganadería

Faena de hembras: inicio de una retención forzada

Según el último informe de Rosgan, el abrupto cepo impuesto por el gobierno ha golpeado de lleno a esta categoría en su momento más crítico del año.

De acuerdo a los datos oficiales, la faena del mes de junio totalizó 1.066.710 cabezas, 9,2% más que en mayo -mes signado por un prolongado cese de comercialización-, aunque 12% menos que hace un año.De este modo, en los primeros seis meses del año, la faena bovina alcanzó los 6.317.527 animales, unas 500 mil cabezas menos, comparado con igual período de 2020.

En su último informe, Rosgan analizó el perfil de faena: durante este primer semestre se mató un 12% menos de hembras -vacas y vaquillonas-, 11% menos de novillos y 4% menos de novillitos. La participación de hembras, que ya venía cayendo en los últimos meses desde el último máximo de casi 50 puntos marcado en mayo de 2020, en junio se reduce a tan solo un 42,1%, casi cuatro puntos menos en relación al mes previo (45,9%) y cinco menos que en junio pasado (47,1%).

Si bien en una primera lectura resultaría beneficioso reducir la extracción de hembras, luego de al menos tres años con caída en el stock de vientres, no debemos aislar este comportamiento del contexto en el cual se produce. Es decir, algo que en otro entorno podría atribuirse plenamente a una decisión genuina de retener vientres de cara a las buenas perspectivas futuras, hoy no deja de estar sesgado por la imposibilidad de vender esa vaca, cuyo principal destino era la exportación.

Al considerar que, estacionalmente Argentina se encuentra en los meses de mayor salida de este tipo de hacienda, tanto por rechazo como por necesidad de aliviar los campos ante la falta de pasto que ofrece el invierno, este año agravado por la seca, no resulta lógica una caída tan abrupta en tan solo dos meses, más allá de la tendencia que pueda estar acompañando este comportamiento. Claramente, el abrupto cepo impuesto por el gobierno ha golpeado de lleno a esta categoría en su momento más crítico del año.

Mientras tanto, según ha trascendido durante el fin de semana, un equipo técnico del Ministerio de Agricultura se habría contactado con dirigentes de la Mesa de Enlace para retomar las negociaciones en vistas a una posible apertura total a China, algo que permitiría finalmente dar salida a estas vacas de descarte, hoy cautivas por decisión oficial. Según se conoció, se baraja la posibilidad de liberar en su totalidad las categorías de vaca conserva y manufactura, las más afectadas por la restricción, manteniendo aquellas con tipificaciones de excelente a muy buena para el consumo interno.

Ahora bien, ¿qué sucederá con los valores tras una potencial liberación? En los últimos dos meses, el productor logró colocar en la faena un 30% menos de vacas que las enviadas un año atrás, esto es unas 160.000 cabezas menos entre mayo y junio. A su vez, los valores promedio de toda la categoría cayeron un 20% a causa del cepo, siendo la conserva la más afectada al pasar de niveles medios de $100 a $70 en los últimos dos meses.

Esta postergación de venta, sumado a la pérdida de valor de mercado de este tipo de hacienda, implica para el sector productor un bache financiero de entre $7.400 y $8.800 millones, sin contar los costos extras de suplementación a los que muchos productores se han visto forzados a incurrir para sostener estas categorías o incluso, a la pérdida por mortandad en aquellos casos en los que su único destino fue retenerlas en un campo natural, sin mayores reservas.

Al postergar de manera obligada una venta, no se puede esperar otra cosa que un aluvión de oferta una vez liberadas las restricciones. Si en un escenario hipotético de extremo se sumara a los volúmenes de faena de julio del año pasado (225.000 vacas) toda la faena postergada de los últimos 60 días, la oferta de este mes podría alcanzar unas 385.000 vacas, más del doble de lo faenado durante junio, algo que indefectiblemente terminaría impactando en nuevas bajas de precio.

¿Cuán evitable es este escenario? Dependerá por un lado de la capacidad de retención del productor, ya muy golpeado financieramente, y por el otro de la conducta de la industria ante este eventual cambio de escenario.

Lo que claramente las autoridades deben aprender de esta experiencia es que ningún cambio de ciclo ganadero se inicia de manera forzada. Lo que hemos visto no es más que una postergación de ventas cuya vuelta a la normalidad muy probablemente termine generando nuevos costos para el productor.