Ante todo agregar valor
Si bien en la última campaña cayó la producción del segmento sin procesar, hay potencial para pequeños productores. La clave está en la descomodotización
A principios del siglo XX, la Argentina supo ser el granero del mundo. Si bien en la última campaña la producción de trigo tuvo rindes menores a los esperados, el sector tiene potencial para revertir la apuesta. Con un mercado interno cubierto, el ansiado despegue sigue ligado a la búsqueda de mercados externos. La cuestión es qué margen de maniobra tendrán los pequeños y medianos productores.
Ante todo, ¿quién es pyme en el mercado agropecuario? Según los parámetros de la Sepyme, una explotación agrícola micro sería una firma que siembra hasta 80 hectáreas (suponiendo que hace doble cultivo como, es habitual, trigo en invierno y soja en verano); una pequeña la que siembra entre 80 y 600 hectáreas (bajo el mismo supuesto de doble cultivo); una mediana, entre 600 hectáreas y 3400 hectáreas; y una grande, más de 3400 hectáreas, define Juan Manuel Garzón, economista Jefe en Ieral y autor de un estudio que cuantifica y evalúa las fortalezas del sector.
La cadena de trigo argentina juega en un mercado global que mueve u$s 86.000 millones. No obstante, su inserción difiere según los grupos de productos. El país tiene gran presencia en alimentos sin procesar (en grano) y en semiprocesados (como harinas, donde participa con el 70% en América latina). La actividad externa desciende en los productos procesados, donde se queda con el 0,7%.
En el trienio 2009/2011 (último dato disponible), según el informe presentado en diciembre de 2012 por Ieral, la Argentina exportó en promedio unas 6 millones de toneladas de trigo (84%), 1,1 millón de toneladas de derivados semiprocesados (15%) y 90.000 toneladas de procesados (1%). En relación a 10 años atrás, si bien hubo un retroceso de los despachos del cereal en grano (41%), se vio un avance en la exportación de productos de primera industrialización (62% del share). La Argentina tiene copado el mercado de harinas y Brasil y Bolivia son los grandes importadores, detalla Garzón. A mediano plazo, los envíos de este segmento dependerán de tres factores: el acceso a mercados no cubiertos o con baja presencia; la dinámica de los mercados de la región pero, en particular, de Brasil y Bolivia; y condiciones locales de competitividad. De hecho, una profundización en la suba de costos en dólares en servicios para las firmas exportadoras, como la mano de obra y el transporte, sería un limitante.
Los mercados donde se puede seguir ganando participación son Centroamérica y México, aunque no se debe perder de vista que ello implica mayores distancias geográficas y culturales. Los costos de producción en la Argentina, asimismo, deberán ser muy competitivos, lo suficientemente bajos para compensar la importante incidencia de los fletes marítimos y demás costos logísticos, señala el informe.
La industria molinera transforma el trigo en productos que serán luego utilizados como insumos de otras industrias, por caso. No obstante, en este aspecto, la escala de producción es esencial para ganar inserción en el mapa global aunque no es exclusivo de los grandes jugadores. Si bien las nuevas tecnologías tienen economías de escala, los tamaños mínimos eficientes no son tan altos. Se puede ser un productor de 200 hectáreas de trigo, y tener una buena explotación que produzca trigo de calidad, con características para ir a la molinería y sacar un producto con cierto valor agregado. Eso es posible, explica Garzón.
Un dato a considerar: según Ieral, los molinos de tamaño medio exportan entre el 20% y el 30% de su producción, a pesar de que los despachos son menores (de 10 camiones por semana frente a los 20 de 28 toneladas de un molino grande). En este marco, Garzón ofrece otra alternativa: Se puede articular con otros molinos, a modo de cooperativa, para asumir en conjunto algunos costos fijos y satisfacer la demanda en volumen de los compradores, explica Garzón.
Un caso es el del Grupo de Molinos del Interior, formado por ocho molinos que, reunidos, logran una escala de 28.000 toneladas mensuales. También el del Fideicomiso en el que la Federación Argentina de la Industria Molinera (FAIM) participa como fiduciario, donde los fiduciantes son 52 molinos. Su objetivo es promover la exportación a países no limítrofes.
En este contexto, es elemental la generación de valor agregado: La clave es cómo diferencio mi producto, cómo lo descomoditizo, agregándole algún valor intangible, como la denominación de origen, marca o algo que puedas encontrar algún nicho, concluye Garzón. L.M