Sociedad

Plantó 500 árboles a la vera de la ruta 38 para combatir el cambio climático

Hace 10 años Aída Ponce comenzó a forestar el acceso a Río Chico y en 2004 extendió su labor a la ruta. Sólo cuentan con sus propios recursos

9 Jun 2016

"A las 4, cuando salgás del baile, ¿podés ver las plantitas? Date una vuelta hasta las 5. Gracias mi amor", dijo Aída Ponce con un acento en el que se mezclaban las tonadas mendocina y tucumana, y cortó el teléfono. "Estaba hablando con mi hijo, Emiliano", explicó. Las plantitas que él tenía que cuidar esa noche no eran las del fondo de la casa, en Río Seco. Tampoco las del jardín delantero. Eran nada más y nada menos que los 500 álamos que su mamá plantó a lo largo de la ruta 38.

La idea de plantarlos nació hace 10 años, porque "si pasamos y no dejamos huellas...¿para qué pasamos?", explicó Aída. Desde entonces no baja los brazos. Hace 24 años que dejó Mendoza para venir a trabajar a la provincia junto con su papá. Y entre sus recuerdos, permanecían vívidas las alamedas que rodeaban los viñedos que ella visitaba a diario con Angel, su abuelo. Como no podía traer los árboles de la niñez, decidió recrear el paisaje en Tucumán. "Nunca pude olvidar el aroma de sus hojas. El sol las pinta con la más bella gama de colores: verdes, amarillos, dorados...", recordó.

Empezó su tarea en el puente de entrada a Río Seco. En 2004 le detectaron un tumor maligno en el útero. Si bien se lo extirparon, la idea de tener cáncer la aterró. "Pude curarme, y para agradecer, decidí devolver algo de lo que la vida me había dado", explicó. Así comenzó a expandir la forestación hacia la ruta 38.Con sus manos pequeñas, callosas y de uñas cortas, Aída plantó más de 3.000 árboles. Pero sólo quedan unos 500. A cada uno lo riega con 20 litros de agua una vez por semana."Todas las semanas los cuido y procuro que no los ataquen hongos, gusanos ni hormigas. Pero a muchos les hicieron daño otras personas", explicó. "Muchos de los árboles que plantamos fueron donados por José Luis González, un ingeniero agrónomo amigo; él mismo que me enseñó a cuidarlos", contó Aída.

Los Selman son seis: Aída, su esposo, Emilio, y sus hijos Emiliano, de 19 años, Daiana, de 18, Carolina, de 17 y Yasmín, de 15. Todos colaboran en la forestación. "Mi marido me presta la camioneta para que recorra la zona y riegue los árboles", comentó Aída. Cuando su esposo no puede llevarla, su hija, Carolina, se ofrece a acompañarla. Emilio hace su parte los fines de semana por la noche: cuando sale de bailar recorre los caminos en los que plantaron los álamos. La más pequeña de sus hijas es su compañera fiel y está con ella siempre que hace falta. "Mis días empiezan a las 5.30. Para que absorban bien el agua debo regar los árboles a esa hora", explicó Aída.

A todos los árboles los plantaron con recursos propios. Aída confesó que aún tiene ganas de seguir forestando. "Al parecer, la gente se admira al ver a una mujer plantando árboles, pero yo me admiro más cuando los veo plantando basura a la orilla de la ruta. Cuando me preguntan por qué lo hago, yo respondo: ¿por qué no hacerlo? Forestar es poner en práctica el sentido común. Si el cambio climático no nos dejó claro su mensaje, estamos muy mal. No podemos pedirle todo al Gobierno, pues el planeta es nuestro hogar y es de todos", afirmó convencida.

El director de la delegación local de Vialidad Nacional, Jorge Gastiazoro, aclaró que Aída Ponce deberá solicitar un permiso para plantar árboless. Además, dijo que la institución le pedirá que los trasplante a por lo menos nueve metros de la ruta, ya que se encuentran muy cerca.