“Agroquímicos en el blanco: Fitosanitarios”

5 Feb 2016

Existe desconocimiento en la población urbana sobre el uso de los agroquímicos en el campo. Sumado a un gran temor infundado sobre el impacto inmediato sobre la salud, hace que se proclamen voces bregando por prohibiciones o zonas de exclusión ridículas -se ha llegado a hablar de 3.000 metros periurbanos sin aplicaciones de fitosanitarios, que llevaría a tierras improductivas-. Desconociendo muchas veces, lo necesario del uso de estos fitoterápicos para la producción agropecuaria a gran escala. Sin controles sanitarios, los rindes serían al menos 30 % más bajos, y algunos cultivos (alimentos) serían escasos. El arroz –principal fuente nutricional en muchos territorios- no sería suficiente si no se le controlan ciertos hongos. La sarna de la papa irlandesa causó 2 millones de víctimas por hambruna, allá por mediados del siglo XIX.

Sin embargo, ¿por qué se centra tanto el foco en el campo, cuando en la ciudad hay contacto con agroquímicos de manera cotidiana? Muchos rocían su propio hogar con insecticidas, piretroides con concentraciones de 50 a 100 veces mayores que las usadas en el campo, para matar una mosca, mosquito o cucaracha. El Hospital de Córdoba recibe entre 300 a 400 intoxicaciones al año, y el 90% son domiciliarias. Solamente entre el 1 a 2 % provienen de accidentes por trabajo en el campo, el resto son intentos de suicidio.

El campo también queda exento de todo lo que es el tratamiento poscosecha que se le hace a los alimentos. Por ejemplo, existe una ley de bicho cero, en la que no puede entrar ningún insecto vivo en la cadena de transporte y algunos inescrupulosos le echan producto dentro del empaque, llevando con una concentración de tóxico muy elevada al consumidor. En una ensalada de tomate, lechuga y cebolla, podemos estar comiendo tres plaguicidas diferentes. Entre tantas situaciones más, los supermercados generalmente almacenan alimentos muy cerca de productos insecticidas.

Volviendo al lote, el problema aparece cuando la aplicación no llega al blanco. Estos productos, por más que sean mucho menos tóxicos que los que se usaban hace 20 años atrás, no deben entrar en contacto directo con ninguna persona, ni con transeúnte, ni con el mismo operario de la máquina pulverizadora. Deben utilizarse los elementos de protección necesarios –que muchas veces no se los colocan- y ser consiente a la hora de realizar una pulverización, con todos los recaudos necesarios, en el momento adecuado y con las condiciones climáticas favorables. No deja de ser una actividad de riesgo y como en todos los órdenes de la vida, estarán los que la manejan adecuadamente y los que hacen las cosas mal, es necesario que exista control.

Las tecnologías necesarias para aplicar fitosanitarios en zonas periurbanas sin riesgo de rociar el poblado, hoy están presentes. Siempre y cuando se use de manera responsable, por profesionales matriculados y con el debido control. Pero no hay que perder de vista que una pulverizadora que trabaja 10 minutos en una hectárea y controla malezas, insectos o enfermedades es algo fantástico. Antes, el trabajo en el campo era más sacrificado, requería más tiempo y se obtenían menores rindes.

Hablar de zonas de exclusión es peligroso. Se perderían viñedos enteros o frutales si se considerasen tan solo 300 metros de exclusión. Aparte, ¿qué haríamos con esa zona improductiva?, bajo la premisa de que no se podría producir con plagas y serían un gran fuente de inóculo. Los dueños de los campos podrían vender los terrenos y hasta se podrían construir más barrios. El ordenamiento territorial en nuestro país está muy ausente. En Europa o en Estados Unidos no existen zonas periurbanas de exclusión.

Por otro lado, no hay fundamentos válidos de que algo “orgánico” sea más sano que un producto bien tratado con químicos. Puede generar hongos tóxicos, aflatoxinas. Y la palabra “órganico” no es válida, lo tratado no se transforma en otra cosa diferente a su naturaleza, ni en algo inerte ni en un plástico, órganico es aquello relacionado con la química del carbono. Tampoco vale “natural”. Está bien que estos existan y que tenga sus clientes, dispuestos a pagar un precio mayor por estos productos. En Estados Unidos, una manzana “orgánica” sale hasta 5 veces más. Pero de todas formas, no se llegaría a abastecer una demanda mundial de alimentos cada vez más creciente.

En conclusión, son mucho más los beneficios que vienen a traer los fitosanitarios que los prejuicios que ocasionan. El tema a fortalecer es la comunicación sobre lo que se produce en el campo, como se trabaja y la ventaja de las tecnologías actuales. Y resulta imperioso que salga una Ley Nacional de Agroquímicos, no puede la última ser de 1958, las realidades han cambiado. Quedaron prohibidos productos tan tóxicos, como el DDT, tan comunes en aquella época. La misma debe exigir capacitación y responsabilidad a quienes realicen las tareas de aplicación de agroquímicos, con el debido control y sanciones. POLÍTICAS.