"En el campo se vive como algo calamitoso un eventual triunfo del oficialismo"

21 Oct 2015

La tradición dice que fue el Quijote quien le dijo a su ladero “Cosas veredes, Sancho, que non crederes”. Parece que Cervantes jamás le hizo pronunciar tal oración a su entrañable personaje. Ni tampoco la hoy tan popular muletilla “Ladran Sancho…” Pero la legitimidad no es el motor de la historia. Como el gol de la mano de Dios: fue gol y punto. ¿Algún argentino está dispuesto a devolver la copa del mundial México 86? Es que, ya sabemos, la única verdad es la realidad…

Así somos y así estamos.

En estos días de campaña, el campo escuchó muchas cosas, y vió muchos gestos, que non crederes. Pero que llaman la atención, porque si se tratara simplemente de buscar votos, no es el lugar donde encontrarlos. Primero, porque cuantitativamente tienen un peso ridículo. Segundo, porque para el oficialismo las cartas ya están echadas: nadie del campo los va a votar. Ganen o pierdan, no habrá sido por el campo.

Así que estos gestos apuntan a otra cosa. Evitemos el ejercicio de entender, por ejemplo, qué es lo que busca Aníbal Fernández cuando al anticipar su equipo de gobierno, empiece por el agro. O cuando Scioli nombra como ministro de la Producción a un personaje que tomó relevancia pública cuando fue Ministro de Agricultura. Repasemos estos hechos.

Fue muy sugestivo que Anibal F anunciara al frente del Banco Provincia a Gabriel Delgado, actual Secretario de Agricultura. El Bapro es una poderosa palanca financiera, que tiene arraigo en el campo pero nunca tuvo al frente a un hombre del sector.

Delgado es un joven economista que viene del INTA y es el único del gobierno que tiene diálogo fluido con distintos eslabones de la cadena agropecuaria. Esta semana, se mostró cocinando papas fritas transgénicas (del evento aprobado la semana pasada por el gobierno saliente) en un evento del INTA en Castelar.

Al frente del Ministerio de Asuntos Agrarios puso a Roberto Domenech, un hombre del que el ruralismo desconfía porque lo consideran un “lobista” del sector avícola. De hecho, la avicultura ha sido una niña mimada en la era K y mucho tuvo que ver en ello. Pero Domenech es un hombre muy respetado por quienes comparten ámbitos de discusión. Por ejemplo, en Maizar, donde conviven todos los intereses de la poderosa cadena del maíz (salvo la Sociedad Rural Argentina).

Recién dos semanas después del anuncio de su cartera agropecuaria, el candidato a gobernador anunció que Débora Giorgi será su ministra de Industria. Puede que la cronología de los anuncios haya estado relacionada con otras cuestiones, pero la realidad (otra vez la realidad…) es que el campo apareció en un nivel de prioridad del que careció en toda la gestión Scioli.

Pero ya sabemos que la gran cuestión se dirime en la Nación. Sobre todo para una provincia como la de Buenos Aires, cuya viabilidad depende de los recursos que le gire el gobierno nacional.

En el campo se vive como algo calamitoso un eventual triunfo del oficialismo en las elecciones, porque la visión primaria es que los recursos del agro se seguirán deglutiendo en los conglomerados urbanos y suburbanos, donde el populismo medra con las necesidades sociales.

Es paradójico que Julián Dominguez, quien fuera el contendiente derrotado por Aníbal F en las Paso, sea ahora el candidato de Scioli como ministro de la Producción. Otra vez el agro en primer plano. Es obvio el comentario de la gente del campo: por qué, con tan prominente paso por el gobierno kirchnerista, estos funcionarios harían ahora algo diferente.

En su momento no pudieron con personajes tan obviamente equivocados como Moreno o Kicillof para terminar con torpezas como los ROEs, o flexibilizar las inútiles retenciones a la carne, el trigo y el maíz. Como lo haría el PRO.

El hecho sobresaliente es que, destrozado como está, el campo vuelve al centro del tablero. Cosas veredes…

Clarín