El nocivo antikirchnerismo pasional
Facilita la permanencia del peronismo agotado
Quinto agotamiento
El peronismo registra aproximadamente un agotamiento por cada generación.
Dos de ellos fueron resueltos por los militares, en 1955, y en 1976 (para salir del paso ya no se puede recurrir a ellos).
Desde el primer golpe deplorable, el peronismo demoró 18 años míticos en recomponerse y recuperar el poder.
En el segundo, fueron 13 años, desde 1976 hasta 1989.
Hasta aquí, sólo en dos ocasiones el peronismo fue vencido en elecciones. En 1983 y en 1999.
La vigente etapa democrática arranca con el peronismo agotado. En la versión tradicional. Pero aquel peronismo, de gastada identidad, se renueva a partir de la colonización ideológica del radical que lo venció.
En el impulso, Alfonsín pretendió superarlo, con la gestación del Tercer Movimiento Histórico. Pero se estrelló con la economía, y en seis años el peronismo volvió a recomponerse. 1989.
Una década después se asiste al agotamiento de la versión menemista de la historia. No obstante, el fracaso de De la Rúa -que es quien electoralmente vence- llega demasiado rápido. En 2002, a través del vaso comunicante de Duhalde. Es donde se inicia el periodo que debiera culminar en este 2015.
Cuando se asiste al quinto agotamiento del peronismo, en su versión kirchner-cristinista. Literalmente antagónica de la expresión menemista aunque compuesta, en gran parte, por la misma dirigencia, fortalecida con un potente aparato políticamente digestivo que la capacita para asimilar piedras.
Entre la insolvencia y la nada
El peronismo de hoy se desgasta entre la insolvencia y la nada. Es el lugar donde se cobra, pero ya no se piensa.
Sin embargo no surge ninguna fuerza consistente que aspire a superarlo. Por lo menos, a suplirlo.
Algo agoniza pero nada nace. Sólo florecen guiones que se inspiran en el fracaso del peronismo que se agota.
Aparte, en la sociedad fragmentada, la hegemonía kirchnerista produjo un tendal inacabable de odios. De rencores macizos.
Se gestó un antikirchnerismo pasional, precario y primario. Se enreda entre los cables de la impotencia. Genera, por lo tanto, resentimientos.
Sin embargo, con (y por) el kirchnerismo, brota el fenómeno explicativo de la disidencia peronista. La particularidad no es original. Mantuvo su impronta trágica en los 70, con las muertes a canilla libre. Latrocinios que legitimaron las interpretaciones tergiversadas del kirchnerismo. Con esquemas e imposturas que aportan más patología de la actualidad.
La etapa reserva la aparición de una figura extraña. La del peronista crítico del kirchnerismo. Participa de la fobia antikirchnerista, pero con matices diferenciadores. Dependientes, en general, de la coyuntura. O de la oportunidad (no olvidar que la política es muchas veces un problema personal).
Este peronismo crítico, disidente o federal, se elevó para las elecciones de 2007. Culminó en el olvidable grotesco de la interna acotada entre Duhalde y Alberto Rodríguez Saa.
Hoy, casi extinguido lo que fue “el duhaldismo”, persiste la disidencia relativa de Los Rodríguez Saa. Les permite conservar, en 2015, aparte de una provincia, los dos puntos que resultan sustanciales para las ambiciones de los favoritos. Los polarizadores.
Scioli, respaldado por la estructura del Partido Justicialista (Vegetal), que sostiene el frepasismo tardío del Frente para la Victoria.
Y Macri, el centrista que se resiste a representar la derecha. Se exhibe asociado a los radicales (que absorbe).
De todos modos la disidencia peronista adquirió otra relevancia con De la Sota. Con el distanciamiento territorial del kirchnerismo que lo caracterizó, hoy De la Sota se muestra firmemente asociado a Massa, el tercero en la discordia.
Es Massa el polarizado que resiste la polarización, y presenta también el similar origen peronista. Aunque salpicado por una estancia de 10 años en el kirchnerismo. Desde 2003 a 2013. Cuando Massa se emancipa y le asesta -al cristinismo- la estocada final, con la Armada Brancaleone de minigobernadores bonaerenses. Para mayor confusión y entrecruzamiento, lo vence aliado, por entonces, a su cautivo Macri (que se desliga pronto de Massa).
Papelones sin importancia
En adelante, aunque Macri y Scioli cometan extraordinarias equivocaciones, o sean arrastrados por imprevisibles vulnerabilidades, mantienen sus valores casi asegurados.
Así se produzcan inundaciones expresionistas. O se suelten otros Niembros, que abundan.
Sólo deben abnegarse en contener lo conquistado.
Scioli se mueve en la franja inalterable del 40 como Macri lo hace en la franja del 30. Y el polarizado que desafía a los polarizadores, Massa, continúa en la franja del 20. A pesar de las ambiciones de recuperación. Quedan diez puntos casi testimoniales. Se reparten mayormente entre la honorable señora Stolbizer, y la izquierda esclarecida que consta en actas.
Con su derecho admirablemente lícito a terciar, la dupla Massa-De la Sota contiene a los votantes que deciden si la historia concluye en la primera vuelta, para algarabía de Scioli. O si se extiende hacia el balotaje, para algarabía de Macri (y matemáticamente aún de Massa).
Es aquí donde el antikirchnerismo pasional adquiere la gravitación más perjudicial para sus propios intereses.
Porque el antikirchnerismo se funde y se confunde con el antiperonismo.
El antikirchnerista pasional es, de pronto, también fervorosamente antiperonista.
Y es cada vez más angosto el desfiladero que separa al peronista crítico del kirchnerismo, con el antiperonismo de los antikirchneristas pasionales.
Es exactamente aquí donde el discurso antikirchnerista pasional muestra su nociva ineficacia.
Porque, por una cuestión de identidad, es más que difícil que el peronista crítico del kirchnerismo se asocie a una estructura, en definitiva, antiperonista.
Rehenes de los guiones
Cuesta suponer que los peronistas que se fueron seducidos detrás de la Franja de Massa vayan a sufragar en bloque, por Macri, en el balotaje.
O incluso también los peronistas de De la Sota. Asoman entonces los estudios que se convierten en verdaderas operaciones políticas. Indican que la mitad de los votantes peronistas de Massa, en segunda vuelta, apoyarían a Scioli. Y el 60 por ciento de los delasotistas. Aunque el peronista cordobés sea tal vez mucho más antikirchnerista que cualquiera. Pero de ningún modo es antiperonista.
Macri, rehén de sus guiones, se dio cuenta tarde que tiene que abnegarse en la seducción de los peronistas disconformes.
Massa, mientras tanto, con su repentina y libertina dureza, tiene más complicado un eventual retorno al peronismo. Decir, por ejemplo, que “Insfrán es un tirano” no lo ayuda.
Para el peronista cultural aquí vale el ejemplo que Rockefeller utilizaba para aludir al Dictador Somoza.
“Un hdp, sí, pero en todo caso es nuestro hdp”.
El agotamiento estricto del peronismo, que es real, resulta insuficiente para apostar por su derrota.
Desprestigiado, desgastado, debilitado, el peronismo se encuentra bastante cerca de mantener la permanencia. Facilitada, paradójicamente, por el antikirchnerismo pasional.
El peronismo agotado lo penetra, en el fondo, al antikirchnerismo pasional. Con un sexo breve, triste, lánguido.
Infobae
Escribe Bernardo Maldonado-Kohen, especial para JorgeAsísDigital