Gerenciamiento

¡Cuidado con el potasio!

Este productor ha intensificado su rotación y apuesta a potenciar el nivel de nutrientes de su campo. Eso incluye a este elemento, que empieza a tallar en algunos planteos. No es fácil levantar los umbrales. El que se duerme, pierde

Lo suyo es la productividad sustentable y nada lo mueve de ese camino. “No hay dudas de que la soja es plata instantánea, pero el número y el futuro con mi rotación intensificada es mucho mejor que el de un esquema con predominio de la oleaginosa”, dice Hugo Colombo, quien tiene un plan que contempla aumentar las hectáreas de maíz y trigo en detrimento del poroto.

Hace tres años que ha potenciado el planteo de su campo merced a una fuerte inversión en fertilizantes y tecnología, buscando estabilizar los perfiles en torno de niveles importantes de nutrientes. Y en los campos alquilados aplica asimismo dosis elevadas, aunque sin llegar a la reposición, y con eso logra resultados positivos.

Integrante de la novel Regional Chivilcoy-Bragado de Aapresid, Colombo trabaja unas 2.800 hectáreas en 25 km a la redonda de Bragado, provincia de Buenos Aires, de las cuales no más de 600 son propias. Vale subrayar que los suelos franco-arenosos de la zona muestran dos caras: algunos están medianamente bien y otros aparecen totalmente desgastados por el mal manejo al pasar de un inquilino a otro; así, se ven lotes con un 2,5% de materia orgánica y, no mucho más allá, potreros que no superan el 0,8%.

Bien alimentados

“Lo que más les falta a estos perfiles es fósforo (P), y estamos empezando a aplicar potasio (K), ya que los análisis indican que hay lotes que están por debajo de las 500 ppm. No hay que perder de vista que elevar el contenido de K lleva mucho más tiempo que mejorar los umbrales de P, por eso no conviene dejarlo caer ya que después es difícil volver a los límites deseados. En mi caso aplico un producto de Mosaic (K-Mag) cuya formulación tiene este elemento, además de magnesio, en el orden de los 200 kg/ha en maíz. Y en el corto plazo vamos a empezar a estudiar micronutrientes”, asegura Colombo.

Hugo sigue incorporando el fertilizante porque no cuenta con un equipo para volearlo en invierno. Ninguno de los lotes cuya producción gerencia supera los 20 ppm de P, y está trabajando para elevar el listón a 25 ppm. Así, en campo propio está echando 250 kg de MAP previo a la siembra y 150 más de S-10 en el momento de poner la semilla. “¿Los costos? Éste es el camino y no nos planteamos ese tema –dice nuestro entrevistado–. Hemos tenido 9.100 kg de maíz en promedio durante la campaña 2010/11, y seguimos subiendo. Tranquilamente podemos estar en 12.000 o 13.000 kg. Consideremos que todavía no estoy poniendo fungicidas ni zinc en todos los potreros. Al igual que con K, éste es el primer año que probamos zinc en algunos lotes; se usan dosis mínimas pero hay que ir aplicándolo porque después un día te despertás y te das cuenta de que te falta de todo y la necesidad de dinero torna inalcanzable la posibilidad de reacomodarte”.

En cuanto al manejo del nitrógeno (N), Hugo emplea urea granulada incorporada previamente a la siembra. “Hasta ahora funciona –dice convencido–; hice algunas experiencias con UAN en lotes que ya tenían urea incorporada y no hubo mejora de rindes ni compensó el costo del fertilizante líquido. En campo propio para maíz estamos tirando 320 kg, y 250 kg en los alquilados, y en trigo 250 kg/ha y 200 kg/ha respectivamente”.

En su establecimiento la rotación es trigo/soja-maíz o, donde es necesario, cultivo de cobertura-maíz. En los alquilados se hace trigo/soja-maíz-soja. La intensificación del esquema ha generado un mayor volumen de rastrojos, que por ahora no es un problema, e incluso muchos lotes se siguen devorando los residuos que reciben. “¿Qué hacer con un lote chacareado? Incorporar tecnología –subraya Colombo–. Arrancar con un cultivo de cobertura y seguir con un maíz para generar rastrojos; intensificar la rotación y ponerle mucho fertilizante. En el caso de recurrir al sorgo hay que tener volumen y almacenamiento propio suficiente para poder vender en el momento oportuno. Es necesario asociar lo técnico con lo económico. De pronto es preferible hacer un maíz, que en nuestra zona lo vamos a comercializar de manera más segura que a un sorgo. De todos modos no hay que enloquecerse con el mercado, porque si lo seguimos al pie de la letra no sembraríamos otra cosa que soja. Por mi parte, si supiera que va a llover convenientemente en verano incluso alguna soja de segunda la convertiría en maíz”.

El dilema de la fina

Colombo lidia con el trigo como cualquier hijo de vecino. Había logrado con su grupo ensayos del orden de los 7.000 kg de rinde, que después se frustraron en la cancha producto de que quizá no hicieron todo lo que debían y por las regulaciones del mercado. En síntesis, los resultados no fueron tan buenos, ni en cantidad ni en calidad. “Como fuere estamos un poco hartos de los desaguisados comerciales. Todavía tengo el 90% de ese trigo 2010/11 sin vender. El de esta última campaña lo estoy colocando mejor, si bien no es el precio que quiero, producto de haber alcanzado un gluten y peso hectolítrico más elevados. El camino pasa por elegir variedades que soporten un buen paquete tecnológico y respondan con buen gluten”, confía el empresario.

La idea para quien siembra una superficie importante de trigo pasa por repartirla entre materiales tempranos y ciclos cortos, en lo posible no emplear más de dos variedades para no complicarse con el manejo, y aplicar todo el paquete –en especial fertilizantes y fungicidas–. “Es sencillo: si no lo fertilizás no vas a tener gluten, ni PH ni proteína”, advierte Hugo.

La cebada no entra en los planes de nuestro entrevistado. “Últimamente no hay beneficios, el que levantó antes la fina no tuvo humedad para sembrar la soja de segunda. Y con los trigos de ciclo corto estás casi en los tiempos de la cebada. Recientemente aparecieron jugadores nuevos que permiten venderla como forrajera, pero hasta hace dos años tenías que caer en la maltería, a lo que te quisieran pagar y dentro de lo que te quisieran recibir”, dice Hugo.

Además, si bien sabe que la forrajera se vendió muy bien, avisa que también hubo momentos para colocar el trigo. “Quien tuvo trigo de calidad lo pudo vender a u$s 250, mientras que la cebada forrajera no superó los u$s 190. Es un cultivo para campos marginales, y la Argentina necesita el trigo, porque tiene un cliente cautivo al que no le está vendiendo. Los ROE que habilitaron últimamente llegaron tarde. Se trata de un mecanismo perverso: dejan que los exportadores compren trigo a precios pinchados y cuando han concluido la tarea otorgan los permisos. Hay al menos u$s 50 que se los queda alguien que no es el productor ni el Estado”. Para este empresario la salida es siempre hacia adelante. No hay otra. “Colza y arveja son buenos cultivos, pero son nichos. Prefiero poner todo el esfuerzo en lo que podemos manejar. Si podés hacer un trigo con todo y no bajar de 5.000 kg, ¿te vas a arriesgar a una arveja que te da 2.000 kg y no entrega un buen rastrojo para siembra de segunda?”.

Para atrás

La soja de primera no está bien vista en este planteo, por su pobre aporte al sistema, y la idea es que sólo quede en pie la de segunda. Se hace sobre trigo con el aporte de P y azufre (S) que recibe el cereal, una cuestión contemplada al sembrarlo.

Eso sí, al implantar la oleaginosa la apuesta fuerte es a la inoculación líquida en el surco. Hace tres años que Colombo usa un equipo aplicador fabricado en la zona (Jog Agro), porque el producto, a su criterio, tiene que ir en el suelo y no en la semilla. En cuanto a la siembra, la primera máquina que compró era neumática y a partir de allí jamás abandonó esta modalidad de dosificación, incluso en soja, que se plantea con neumática a placa. Hugo está tratando de bajar la densidad (280.000 versus 400.000 pl./ha), aunque todavía no ha cerrado el círculo.

La distancia entre hileras ha quedado definida entre 35 y 40 cm, ni más ni menos, y los promedios de rinde se ubican en 2.500 kg/ha para las de segunda y 3.700 en las de primera. “De los tres cultivos la soja es en el que más lejos del techo estoy. Tenemos que ir 1.000 kg hacia arriba, pero no he logrado estandarizar la siembra como corresponde. Todo es cuestión de manejo, no hay limitantes, al menos hasta los 5.000 kg. La idea es elevar los niveles de fertilidad justamente para no depender tanto de la aplicación puntual en el cultivo”.

La última sequía le dejó a nuestro entrevistado, además de la falta de agua, problemas de insectos, un tema que debió atender especialmente. Y si el lote lo amerita se hace un fungicida para fin de ciclo. “Rotando, los problemas no son graves”, asegura.

Espacio compartido

En el caso de maíz Colombo reparte la siembra: mitad en fecha, mitad tardío. El lote que ilustra la apertura de esta nota es tardío, y se veía bárbaro en medio de la seca. “Las siembras de diciembre me salvaron, el año pasado y ahora –dice aliviado–. Por lo demás, lo que interesa para mejorar el rinde de maíz es lograr cobertura en los lotes, ya que con ella viene la humedad. Después hay que conseguir que emerja rápidamente y de forma pareja. Estamos usando 4,5 plantas por metro lineal, a 52 cm, y es fundamental recurrir a una buena fertilización”.

La calidad de siembra es crucial, sobre todo en maíz. Colombo trabaja despacio, a no más de 4,5 km/h. Incorpora la urea previamente a la siembra. Y al tardío lo fertiliza igual que al temprano. En realidad todo el paquete es el mismo.

Premios y castigos

El mercado de alquileres se ha convertido en algo complicado. Imposible no preguntarle por el tema. “Mientras estábamos los productores genuinos era una cosa –asegura Colombo–, pero con el ingreso de los pooles ha cambiado muchísimo, se ha puesto más duro. Por suerte tengo campos alquilados desde hace más de dos décadas, si bien son contratos que se renuevan todos los años. Pero sé de muchos que han perdido campos, y un buen precio de soja ayuda a que la batalla se intensifique. No es el escenario ideal para hacer un buen trabajo, y no creo que vaya a cambiar rápidamente salvo que los costos se pongan insostenibles, la renta se achique de manera crítica y los pooles pierdan interés en participar”.

Hugo no confía en la salida de inversores extrasectoriales para la campaña 2012/13; antes bien cree que los que van a continuar bajándose del negocio son los productores. Hoy el promedio para los alquileres de la zona podría ubicarse en unos 17 qq/ha. No hay que olvidarse de que esta parte de la Región Pampeana era marginal hasta hace diez años y fue la siembra directa la herramienta que la puso en producción; hoy se consiguen rindes muy buenos. “Por ese lado no habría inconvenientes, el tema es que no todos los campos tienen buen potencial, y cada propietario pretende que le paguen igual que a su vecino, cuando de pronto ese suelo rinde otra cosa. Algunos van entendiendo cómo es esto, pero a la hora de los bifes quieren cobrar lo máximo posible”.

El punto es que en toda esta historia los que más ganan son los que menos arriesgan: el Estado vía retenciones y el dueño de la tierra. “No hay una legislación acorde con los intereses estratégicos del país. El discurso cuestiona a la soja pero todo lo que se hace apunta a su monocultivo. ¿La ley de arriendo que está en el Congreso? No está consensuada con nadie; quienes la promueven no son productores. Debe haber una normativa con premios para el que trabaja bien y castigos para el que hace las cosas como no corresponde. Mientras tanto tenés que moverte al compás del mercado, si sacás los pies del plato no sabés cuándo los vas a volver a poner”.

Manejar los tiempos

Colombo tiene una empresa integrada: producción, silos, camiones. Lejos de los extremos emotivos, asegura que es necesario aprender a manejar los tiempos. “Cuando abrocho el alquiler de un campo sobre determinado grano chequeo el futuro de ese grano y, si me cierra, vendo y me calzo. Lo mismo si el precio del fertilizante para maíz está en línea con un valor futuro para el cereal. Timbeo sólo con lo que me sobra. Lo aprendí con sangre. Algunas veces por no hacer nada gané, pero muchas otras perdí. No quiero superganancias ni quebrantos, sino estabilidad en mi negocio. Tenemos que dejar de mirar la pizarra y empezar a manejar el concepto de rentabilidad. Conocer nuestro precio de dolor, y saber cuánto pretendemos ganar. Y si eso está, capturarlo. No usar las pocas herramientas que nos van dejando es un sinsentido”.

A propósito, las dificultades para sacar moneda dura del país complicaron el acceso a Chicago, una herramienta valiosa porque muchas veces las coberturas de precio las hacía por esa vía y hoy le queda solemente el MAT con un escaso volumen operado.

Hugo pondera también su manejo de costos. “Hace años que compramos y pagamos insumos de contado. Nos hemos convencido de que es mejor negociar un buen precio y abonarlo que especular con que la soja valga o no valga, porque por lo general lo que te gana son los intereses”.

En un escenario cada vez más emparentado con la convertibilidad de los 90, el tipo de cambio deprimido no ayuda. “Pero si se lo libera va a complicar a todo el país, que es peor. Ya sabemos cómo terminan estos esquemas reguladores. Desde octubre de 2010 hasta enero de 2012 el valor del dólar creció 10% con una inflación del 25% anual. Todos los costos expresados en esta moneda se están complicando. Por eso el precio de la soja, bueno en términos históricos se ve apretado”, razona el empresario.

Para él, la industrialización en origen tiene lógica, pero no es sano hacer crecer un sector a costa de otros, como ha pasado con los pollos a expensas del maíz. “Estuvimos analizando el negocio del etanol, pero se trata de inversiones de u$s 20 millones para arriba. Elaborar aceite de soja es más barato, pero me preocupa la falta de seguridad jurídica reinante, a lo que cabe agregar el difícil acceso a créditos de largo plazo”, se sincera.

Las dificultades para encontrar gente preparada es otro aspecto que alarma a nuestro entrevistado. “Y no es una cuestión de sueldos. En la zona hay una escuela agrotécnica, pero no está dotada para preparar a sus alumnos en las nuevas tecnologías, y ya casi no quedan familias en el campo que era de donde surgían los nuevos trabajadores del agro. La legislación laboral no contempla la problemática de nuestro sector, ni para el trabajador ni para el empleador. El tema de la estacionalidad, por ejemplo, ni se tiene en cuenta. Algo habrá que hacer al respecto”.

Hugo dice que imagina a la empresa agrícola del futuro como sumamente tecnificada. “Estamos mirando de cerca la agricultura certificada –subraya–, es como mandar a los productores argentinos a la escuela a sacar su certificado de buenas practicas agrícolas. Cuando esto avance todos vamos a estar hablando el mismo idioma".

Ing. Agr. Claudio Gianni