Alimentos

Hay una nueva geopolitica

El crecimiento de Asia replanteó la geografía de la producción agroalimentaria mundial y puso a América del Sur como la principal plataforma de producción de proteínas del siglo XXI

4 May 2015

La irrupción de China/India/Asia en el comercio internacional ha modificado la geopolítica de la alimentación.

China crece ahora sobre la base de la demanda doméstica y el consumo individual, con un ingreso per cápita de U$S 9.800 (capacidad de compra doméstica/PPP), que se duplica cada 8 años, y que la ha convertido en el eje de la demanda alimentaria mundial.

El año pasado, China importó 120 millones de toneladas de granos (74 millones de toneladas de soja), que serían 200 millones de toneladas en 2020.

El resultado de esta innovación fundamental es que ha replanteado la geografía de la producción agroalimentaria mundial, y colocado en primer plano a América del Sur, centrada en el eje Brasil- Argentina, convertida en la principal plataforma de producción de proteínas del siglo XXI.

Lo que ocurre con China sucede en el resto de Asia. India tiene 1.200 millones de habitantes, que serán 1.700 millones en 2050 (400 millones más que la población china de entonces); y el subcontinente dispone de un sistema de lluvias –el Monzón- que es el más volátil e impredecible del mundo, con amplias regiones del Norte y el Noroeste sometidas a una sequía crónica, cuyos acuíferos tienden a agotarse. En 2050, la tierra arable alcanzaría a 0,1 hectárea/persona.

De ahí que los grandes espacios productores de alimentos –en primer lugar el Mercosur- adquieran un creciente status geopolítico, semejante al de los países petroleros en la década del ’70, cuando los dos shocks energéticos los convirtieron en protagonistas de primer plano de la política internacional.

La producción agroalimentaria se ha transformado en una actividad intensiva en conocimiento, de alto nivel tecnológico y elevada e incesante capitalización.

En ella, las ganancias (rentabilidad) no se miden más a través del rendimiento por hectárea, sino según la productividad de todos los factores (capital, trabajo, tierra e insumos), en un contexto de absoluta integración industria-agro-servicios.

Por eso es que la tendencia central ahora es la “descomoditización” de la producción (fin de lo meramente cuantitativo e indiferenciado), que ha sido el rasgo característico de la agricultura a partir de la Revolución Industrial (1780-1840).

La certificación de la producción (trazabilidad) es la primera muestra de esta innovación de fondo; y lo primero que hay que certificar es el carácter sustentable de la producción primaria (si destruye o favorece la renovación de la naturaleza).

Una nueva ventaja competitiva es el sistema de siembra directa, que recrea la riqueza de la tierra y no la destruye; y si las semillas utilizadas son resistentes al estrés hídrico y calentamiento de la atmósfera (cambio climático).

El siguiente paso es el establecimiento de marcas en la producción primaria, categoría económica de la diferenciación cualitativa. Por ejemplo, el origen espacial de la producción: Argentina/Brasil/Mercosur.

La marca significa que todos los aspectos de la actividad, incluyendo el nivel de calificación de los productores, responden a los más elevados estándares de producción de la época.

Se aproxima el establecimiento en gran escala de ISO Agrícola 9000, como exigencia ineludible para competir en el mundo.