El terremoto político y económico generado por el Brexit domina la escena global. Por supuesto, impacta en los mercados agrícolas. A la hora de redactar estas líneas, ayer por la madrugada, se derrumbaban las cotizaciones de los principales rubros de interés para estas pampas. En el medio de los remezones, sin embargo, sería muy temerario plantear conclusiones definitivas.
El oro, por ejemplo, subía un 23% (en libras, en dólares “sólo” un 6%). En general, a los metales se los incluye en la categoría “commodities” junto con los granos y otros productos. La pregunta es por qué entonces los granos no siguen la misma tendencia. La respuesta obvia es que los granos tienen sus propios fundamentos, y que éstos prevalecen por encima de las turbulencias ocasionadas por la decisión de la mitad más uno de los británicos de abandonar la Unión Europea.
Vayamos entonces a los “fundamentals” de los mercados agrícolas, que es lo que nos interesa. La mitad de las divisas que ingresan al país provienen de la agroindustria sojera y cerealera. Que además encierran una característica muy particular: son exportaciones competitivas, basadas en el flujo natural de los negocios, con balances de intercambio ampliamente superavitarios. Entre un dólar en fertilizantes y salen 10 dólares de trigo, maíz, soja o girasol. Y sus derivados de valor agregado.
Liberados del cepo cambiario, restablecida la libertad de comercio, todos perciben que la Argentina retoma la Segunda Revolución de las Pampas, que venía perdiendo aire desde 2008. El torpe ensañamiento contra el agro en la era K fue como un palo cruzado en la rueda delantera de la bicicleta. De milagro, el campo y el país zafaron del porrazo. Ahora arrancamos.
Clarín
Pero el mundo ya tomó nota. Un importante analista de Chicago se hizo eco esta semana de los comentarios que brotan aquí sobre incrementos drásticos en la siembra de trigo y, sobre todo, maíz. En un marco en el que la incipiente sequía venía tensando los mercados, esta noticia tuvo tanto impacto como los pronósticos de buenas lluvias en los próximos días. Consecuencia: en los EEUU nadie habla de cosecha récord, pero tampoco ven posibilidad alguna de una debacle como la del 2011. A eso se suma la reaparición del maíz argentino, que ostentaba el segundo lugar (detrás de los EEUU) hasta que llegó la genialidad de “la mesa de los argentinos”. La semana pasada, vale la pena recordar, entró trigo uruguayo.
En pocas palabras: la única certeza es que habrá mucho maíz en el mercado. Ya sabemos que hace falta para las rotaciones, que la resiliencia de estas pampas y sus gestores (leit motiv del próximo congreso de Aapresid) se sustenta en las gramíneas, etc. Esto augura un flujo creciente de trigo y maíz en la oferta que Argentina vuelca al mercado internacional. Si cae el precio del maíz, por vasos comunicantes también lo hará la soja En este contexto, es fundamental generar nuevos mercados. El Ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile, se dedicó con mucho empeño a resolver la enorme cantidad de problemas que heredó de la era K. Pero es el momento de salir a la ofensiva.
Los mercados no solo están afuera. Aquí hay mucho por hacer. La primera tarea, sencilla, es reemplazar el MTBE que hoy usan las naftas como oxigenante, por ETBE. Este se obtiene a partir del etanol, de caña y de maíz. El de caña no puede crecer mucho. El de maíz es infinito, sólo hace falta levantar más destilerías.
A mediano plazo, la demanda será imponente. Ya hablamos, la semana pasada, de la nueva tecnología de celdas de etanol que introdujo Nissan Co en Japón. Permite usar un combustible mezcla en partes iguales de etanol y agua, para autos eléctricos de carbono neutro. Esto fija un piso a los precios del maíz: en la medida que bajen, constituirán un estímulo a la expansión de su uso.