Una breve recorrida por el cinturón maicero de los Estados Unidos alcanza para responder algunos interrogantes que la producción de granos tenía abiertos desde hace varios años.
Uno de ellos, que parece ya zanjado, es el que relaciona a la producción de maíz con la de etanol, y el temor a que la elaboración del combustible renovable impactara de lleno en los precios del cereal. Hoy ya no se habla de eso. O al menos no existen dudas sobre un posible encarecimiento del precio del maíz debido a su mayor uso como energía. Más si se tiene en cuenta que algunas proyecciones privadas ubican en 140 dólares por tonelada la cotización promedio del cereal para el próximo lustro.
Las plantas de etanol de segunda generación, que ya no utilizan el grano como materia prima sino los residuos de la cosecha, comienzan a despejar el panorama en Estados Unidos. En el centro del estado de Iowa ya funciona una con esas características.
También los establecimientos que realizan producción convencional se han vuelto más eficientes. Antes por cada bushel de maíz (equivalente a 25 kilos del cereal) se obtenían 10 litros de combustible; hoy esa proporción subió a más de 11 litros.
La matriz energética renovable también parece estar más aliviada a nivel mundial. Si bien China está poniendo cada vez más autos en las carreteras, en los países desarrollados es cada vez más eficiente la relación entre los kilómetros recorridos y el consumo de combustible.
Hace cinco años, en Estados Unidos un trayecto de 25,6 kilómetros requería un consumo de 3,7 litros de combustible (el equivalente a un galón); hoy, con esa misma cantidad de combustible la distancia recorrida es de 36,8 kilómetros.
“Hasta hace cinco años había una discusión sobre el uso del maíz, entre la alimentación y su uso para etanol. Ahora, con la producción de maíz actual se podría abastecer la demanda para alimento y quedaría un remanente para el etanol”, observó Ben Van Nostran, de la empresa Dow Agrosciences. El especialista en tendencia global para la agricultura no tiene dudas de que el próximo paradigma dentro de los biocombustibles vendrá con la utilización de los residuos de la madera y el pasto.
A paso lento
Mientras tanto, las empresas de biotecnología siguen investigando nuevos eventos para dar mejores respuestas productivas a mediano plazo. Si bien la tarea es sin pausa, los resultados son lentos. Cualquier nuevo material (híbrido o variedad) que se descubra por estos días tardará ocho años en estar disponible en Estados Unidos y 10 años para llegar al mercado argentino. En este último caso, siempre y cuando el futuro marco regulatorio sobre el uso semillas garantice los derechos de propiedad intelectual.
Países como China también ya trabajan en sus propios proyectos biotecnológicos, para salir a competir al mundo.