En 2005, cuando el Gobierno empezó la intervención en el mercado ganadero, Argentina representaba el 11 por ciento de las exportaciones mundiales de carne vacuna. Hoy, con un mercado internacional que desde entonces ha crecido en 1,6 millones de toneladas, y con embarques argentinos que han caído en casi un 75 por ciento, las carnes argentinas no representan más del dos por ciento del mercado mundial.
Si nuestro país volviera ahora al mercado, el mundo ni se enteraría, especialmente en los mercados de carne de “volumen y precio medio”: Rusia, China, Chile, Norte de África, Venezuela, entre otros. Si volviéramos a exportar volúmenes significativos de cortes finos a la Unión Europea, acá quizás el mercado lo acusaría, porque es el único segmento donde todavía nuestros exportadores y nuestra carne tienen algún papel en la formación en los precios.
A un mercado mundial que en los últimos tres años ha crecido en promedio unas 270 mil toneladas anuales, le cabrían perfectamente unas 170 mil a 200 mil toneladas adicionales de la Argentina, volumen éste que es lo que calculamos crecerá la producción nacional este año.
No todo sería igual a 2005, año en que embarcamos 770 mil toneladas, o inclusive a 2009, cuando embarcamos 660 mil. (el año pasado exportamos sólo 180 mil toneladas).
Primero: hay muchas menos plantas y empresas exportadoras abiertas, producto de la crisis frigorífica de los últimos cuatro años. Muchas de ellas volverían a operar si las condiciones se dan, pero otras, por razones geográficas o de especialización, puede especularse que no abrirán más.
¿Recuperación?
Segundo: el stock ganadero argentino ha recuperado sólo tres de los diez millones de cabezas que perdió en el período 2007-2010, por lo que se cuenta con saldos exportables mucho menores, pero además, el número de novillos se retrajo en todo el país más de un 43 por ciento en siete años.
En Buenos Aires la cantidad de novillos ha caído durante ese período un 62 por ciento, en Córdoba un 64, en La Pampa un 54, en Santa Fe un 35 y en Entre Ríos “apenas” un 21 por ciento. Después del shock terrible de 2006-2009, sólo se reanudará la producción de novillos pesados con una combinación de buen precio y confianza.
Es improbable además, que la invernada especialmente de novillos de más de 430-450 kilogramos vuelva a las zonas mixtas o agrícolas, donde la infraestructura ganadera ya ha sido prácticamente levantada en la mayoría de los campos. El feedlot podría tomar la posta en materia de engorde de novillos pesados, pero esta opción requeriría una recría, casi inexistentes.
La retirada de la invernada tradicional, que se expresa a un nivel nacional en un stock de novillos 43 por ciento inferior al que teníamos ocho años atrás, sería un serio obstáculo para volver a exportar volúmenes significativos, habida cuenta que es el novillo la materia prima de nuestras plantas exportadoras.
Tercero: una política en serio de exportación, necesitaría no sólo de una “adecuación” (devaluación) del tipo de cambio nominal, sino también de la remoción de dos trabas importantes para la competitividad: las retenciones (15 por ciento) y la “barata”, las cuales terminan por desalentar hoy la mayor parte de las operaciones de venta de carne al exterior.