Las últimas inundaciones renuevan el llamado de atención sobre el peligro que implica el monocultivo, un círculo vicioso que se cobra la vida del suelo.
Las estimaciones de la producción de trigo cuya cosecha se largó con fuerza esta semana estuvieron a la orden del día, pero también en algunos ámbitos profesionales se habló de los problemas ocasionados por la falta de rotación en los cultivos. Ésta ocasiona, entre otras situaciones negativas, la cercanía (la elevación) de las napas freáticas del suelo a la superficie en gran parte de la región pampeana, con los consecuentes anegamientos.
Es curioso porque en julio, mucho antes de que las lluvias de principio de noviembre provocaran inundaciones –que siguen hasta el presente porque no termina de drenar el territorio en algunas zonas–, en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Marcos Juárez (Córdoba) se advirtió sobre el tema, señala la periodista Matilde Fierro en una nota publicada en el sitio digital Primicias Rurales.
Nicolás Bertram, técnico del INTA Marcos Juárez, había resaltado que existía preocupación en gran parte de la región pampeana, por la cercanía de la napa freática a la superficie y los anegamientos temporarios que ésta suele ocasionar.
“Una extensa superficie de la región presenta una napa freática a un metro de profundidad o menos, con efectos directos sobre la producción agropecuaria y en algunos casos, sobre el manejo de aguas pluviales en sectores urbanos”, puntualizó el técnico.
Las últimas grandes lluvias, que en algunas localidades llegaron a los 290 mm en un día, le dieron la razón y volvió el llamado de atención al peligro que implica hacer soja sobre soja, un círculo vicioso que se cobra la vida del suelo, agrega Fierro en su nota.
Con el objetivo de intentar comprender las causas de ese ascenso de las napas freáticas, Bertram había indicado que los cambios producidos a niveles de sistemas productivos de la región, caracterizados por “una disminución en el consumo de agua, generaron excedentes hídricos que fueron incorporándose regularmente al agua subterránea, determinando su acercamiento a la superficie”.
Ocurre que antes la superficie ocupada por pasturas perennes en base a alfalfa y pastizales que consumían agua durante los doce meses del año fueron cambiadas por cultivos anuales que, en el mejor de los casos lo hacen durante un tercio o la mitad de ese tiempo, pasando de consumir anualmente 1.500-2.000 mm a 500-800 mm y menos también.
El técnico sugirió que es “necesario planificar cambios en la estructura de los sistemas de producción en la medida que la oferta hídrica aumente significativamente, lo cual podría impedir nuevas pérdidas y, a la vez, permitiría un nuevo aumento” en los rendimientos de los cultivos.
Así surge la inquietud de analizar la posibilidad de hacer un uso planificado de estos excedentes hídricos para transformarlos en mayor producción de biomasa o granos, “basado en el conocimiento de la recarga del suelo, la profundidad de napa y el uso de pronósticos de lluvias a largo plazo”, agregó Bertram