El gesto parece poco, pero es un imposible para alguien decidido a confrontar y que tiene supeditado todo su proyecto de poder a las elecciones legislativas de octubre próximo. Aunque se sabe que nada que signifique un costo político se corregirá antes de ese horizonte, la oreja presidencial todavía cotiza como para enfriar una protesta. El dato no es menor. Mejor tomar nota que al atraso cambiario, la inflación, la insoportable presión impositiva o las restricciones a la exportación, se le deberá agregar para los próximos meses un in crescendo de la beligerancia política que sepulta cualquier posibilidad de diálogo para encontrar soluciones. Clima que ya lo está viviendo en carne propia Carlos Garetto, presidente de Coninagro. La embestida del secretario de Comercio, Guillermo Moreno para que Coninagro abandone la Comisión de Enlace y que Garettto renuncie a la presidencia de la entidad, generó un dura interna entre las cooperativas. Se expresó en las marchas y contramarchas de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) y en los planteos de última hora de la Federación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas (Fecovita).
El Instituto Nacional de Asociativismos y Economía Social (Inaes) amenazó con cortarle la ayuda financiera a las cooperativas sobre un presupuesto de 600 millones de pesos. Pero la presión a Coninagro tuvo en las ultimas horas un giro inesperado. Sea porque se aferraron al principio de los radicales que es mejor "que se rompa pero no se doble" o porque se cansaron de ponerle sólo el pecho a las balas, la cuestión es que la entidad salió a contraatacar. Apenas unas horas antes de la reunión de la Comisión de Enlace en la que se anunciaría el paro, Coninagro dijo públicamente que seguirá defendiendo los intereses de los productores agropecuarios y abrió las puertas para que aquellas cooperativas que no estuvieran de acuerdo con sus acciones, se fueran. Hay quien observó que fue Garetto el primero de los cuatro presidentes de las entidades que apareció ante los periodistas que esperaban en la sede de Federación Agraria la declaración del cese de comercialización.
A pesar de que entre los dirigentes gremiales hay certeza de que el escenario de los próximos meses es el de una mayor confrontación, no hay todavía acuerdo sobre el grado que deberán tomar las protestas. Les llevó su tiempo alcanzar un acuerdo sobre el paro en curso de cinco días de cese de comercialización de granos, hacienda y productos no perecederos. No se lograron posturas unánimes en la Comisión de Enlace. Durante la conferencia de prensa, Julio Curras, vicepresidente de Federación Agraria descubrió el dilema que enfrenta la protesta. "Esto no es 2008", afirmó. Es decir: no hay un hecho traumático de magnitud como para encolumnar la protesta. Existe sí, un fuego lento en el que se va derritiendo día a día toda la competitividad del sector. Resultado: las producciones se primarizan a diferencia de lo que dice el relato oficial. El vino por ejemplo, enfrenta un agudo proceso de destrucción de valor. El negocio exportador dejó de ser viable porque los pesos recibidos por cada dólar exportado dejaron de ser suficientes para financiar el aumento de costos. Sumado a que con una cosecha 2013 muy buena, sobra uva para abastecer al mercado interno.
La estrategia de supervivencia elegida por los empresarios es "comoditizarse" para reducir los costos. La consecuencia: mayores ventas al exterior de vinos a granel en desmedro de los vinos embotellados.
A todas las producciones se les derrite la competitividad, inclusive a la soja. La estrepitosa caída de las exportaciones de biodiésel a Europa, por las causas iniciadas de dumping y subsidios contra el producto argentino, más la falta de respuestas oficiales para incentivar un mayor consumo interno provocó una sobreoferta de aceite de 2,5 millones de toneladas que derrumbó los precios. El aceite argentino vale hoy 110 dólares menos que el valor del mercado de futuro de Chicago. Una consecuencia anunciada que tiene impacto sobre el valor del poroto ¿Pero a alguien le importa? Por lo menos hasta octubre, seguro que a nadie.
Félix Sammartino