En un mismo año se sucedieron una grave sequía e importantes inundaciones que castigan a amplias zonas del país. Los pluviómetros muestran registros que, en algunos casos, son récords históricos de lluvias, aseguran desde el movimiento Crea.
Estos cambios violentos en las empresas agropecuarias generarán secuelas negativas, entre las que sobresale el atraso en la siembra de maíz, cuya implantación podría llegar a desplazarse hacia fechas tardías, lo que generaría riesgos en el momento de cosecha, ya que esta se produciría bien entrado el otoño con mayores probabilidades de precipitaciones y menor radiación, que afectarían el proceso de recolección.
En muchos casos, estos fenómenos provocan una convergencia hacia una única alternativa agronómica posible –la soja– que, además, presenta la gran ventaja de exigir menor capital para su implantación respecto del maíz. Los productores tienen la esperanza de poder sembrar la oleaginosa en los lotes hoy encharcados en siembras más tardías. No obstante, las siembras tardías traen aparejados riesgos y menores potenciales de rendimiento.
Desde Aacrea se plantea un interrogante: ¿qué pasa cuando se atrasa la fecha de siembra de soja respecto de la ideal, que incluye los meses de octubre y noviembre, según región y variedad? La respuesta: se reducen los rindes potenciales, primero de manera moderada y luego en forma acentuada, advierte la entidad.
Evaluaciones realizadas en los grupos Crea demuestran que, como tendencia general, se observan caídas poco significativas de rendimiento desde el 1º de octubre hasta el 25. Desde esa fecha en adelante se detectan persistentes pérdidas de rinde promedio y máximo.
También observaron que los efectos negativos de los retrasos en la fecha de siembra son mayores a medida que mejora el ambiente en el que se desarrolla el cultivo. Así, en las siembras tardías se estimaron pérdidas de 28 kilos de soja por día de atraso en cultivos implantados en ambientes óptimos; de 23 kilos por día para ambientes medios y de 16 kilos por día para ambientes con limitaciones importantes.
“Hay mucho en juego en los millones de hectáreas afectadas por las actuales inundaciones y encharcamientos, que indefectiblemente reducen el área posible de sembrar y los rendimientos potenciales. Todavía es prematuro hacer proyecciones del impacto real de estos fenómenos en el nivel de producción nacional, ya que la magnitud del daño va a poder medirse recién cuando aminoren las precipitaciones y se aclare el panorama climático”, precisa la entidad.
Los productores disponen de maquinaria adecuada para distribuir la siembra en una ventana de casi tres meses todavía. No obstante, desde Aacrea aseguran que las circunstancias actuales y la presión que implica tener que implantar los cultivos contrarreloj determinan que sea prácticamente imposible poder llegar a sembrar todo en fecha óptima, como se pudo hacer en la campaña 2009/10. Allí El Niño permitió lograr rindes promedio nacionales de 29,4 quintales por hectárea. El final está abierto, pero ya entramos en tiempo de descuento. Según Aacrea habrá recortes en el área de siembra y los menores rendimientos impactarán en la cosecha global.