Desde 1900 hasta 1940, la Argentina tenía rindes similares en maíz que los EE.UU. En ese período, a pesar de no existir un ritmo de generación de tecnologías que impactara en los rendimientos, a través del desarrollo de mercados, y la decisión de ambos países de fomentar la agricultura como industria creadora de riqueza, se logró la expansión del cultivo en ambos casos.
Luego del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, la brecha entre los rindes de maíz comenzó a aumentar, quedando la Argentina rezagada hasta llegar Estados Unidos a duplicar nuestros rendimientos durante el período 1950-1990.
Pero la tendencia comenzó a revertirse durante la década de los noventa y a principios de este siglo, estrechando la brecha de rendimientos, al punto de obtener rindes un 30% inferiores a los de los EE.UU.
A pesar de estar haciendo comparaciones de producciones entre dos países distantes, con áreas de siembra dispares (EE.UU. siembra casi 10 veces más superficie de maíz que la Argentina) y en los dos casos a la hora de hacer promedios nacionales se mezclan zonas marginales con otras de alta productividad, vale la pena intentar una explicación. Básicamente por la magnitud de la evolución de la brecha de rindes.
¿Que pasó entonces durante los cuarenta hasta fines de los ochenta? Este período bien podríamos denominarlo la "Edad Media" de la agricultura argentina, ya que nos encerramos en nuestros prejuicios e ideas que desencadenaron el estancamiento del uso de tecnologías y acceso a mercados dificultando la implementación de las mismas.
Varios fueron los factores que permitieron aumentar rendimientos de maíz en Estados Unidos y que en la Argentina no fueron plenamente aprovechados durante ese período: mecanización agrícola, uso de adecuados volúmenes de fertilizantes, incorporación de híbridos de maíz, que ya en 1938 participaban en el 100% del maíz estadounidense. En la Argentina recién comenzaban a expandirse los híbridos a mediados de los cincuenta y consolidándose ya entrada la década de los ochenta en nuestros planteos.
Por otro lado el apoyo constante que tuvo el productor estadounidense desde el Estado, especialmente durante los años de bajos precios y malas cosechas.Esto le otorgó un soporte a los planteos técnicos del "farmer", que aquí nunca existió.
Podemos decir que durante "la Edad Media" de la agricultura argentina, primaron las ideas de cierre de nuestras fronteras a los mercados, como también el ritmo lento ala incorporación de tecnologías. Todo lo contrario sucedió a partir de los noventa, cuando comenzó una era del "Renacimiento" de la agricultura argentina, con una visión del negocio agrícola acorde alas nuevas y vigorosas demandas internacionales como vital factor externo, y sostenido desde el fuero interno con apertura mental y predisposición al uso de tecnologías.Traccionando así desde estos dos frentes la incorporación de un nuevo sistema de producción.
Se dice que la mente es como un paracaídas: solo funciona cuando se abre. Y eso es lo que pasó, y ese impulso de apertura mental relanzó nuestra agricultura durante la década de noventa y la del 2000.
En este último período, el del "Renacimiento de la agricultura" se incorporó por parte de los productores argentinos la biotecnología, apoyada con el marco regulatorio que se dio y se sigue dando como soporte y contralor desde el Estado. Tecnología que se implementó a un ritmo más acelerado aún que en EE.UU. Dándose al mismo tiempo que la explosiva expansión de la siembra directa que en sólo dos décadas alcanzó al 80% de la superficie agrícola argentina.
TRANSFORMACIÓN
Pero lo que hoy preocupa es ver la manera en que se traba la maquina transformadora de estas tecnologías en producción. Esa máquina generadora de valor agregado es alimentada una vez que el productor captura los precios internacionales y los vuelve a transformar vía reinversión en tecnologías para retroalimentar un sistema sumamente eficiente.
Sucede lo contrario y a su vez actúa como un dique de contención a la inversión y al aumento de producciones, cuando actúan los singulares derechos de exportación y las trabas al comercio que hemos tenido de una forma u otra durante muchas décadas. Que particularmente en la última han sido acentuadas, actuando como un freno de mano a la incorporación de tecnologías.No dejan de ser otra de las rarezas argentinas que se suelen implementar.
Es momento de cambiar ya que el impulso de la agrícultura debido a la inercia de las dos décadas anteriores se está empezando a extinguir, y los primeros síntomas se están sintiendo. No podemos volver a caer en otra "Edad Media" donde por la imposibilidad de acceder económicamente a las tecnologías, volvamos a pagar un altísimo costo como lo hicimos anteriormente.