Hace una semana, la soja podía venderse en el mercado local en u$s 240 la tonelada, pero el precio ahora pasó a la zona de los u$s 214 la tonelada, a pesar de que en el ínterin el mercado internacional subió. Esto es lo que se define como el empalme de cosechas, y viene bien explicar un poco mejor de qué se trata, ya que es algo que se da todos los años y que toma desprevenidos a muchos productores que, aunque no se enteren, pierden bastante dinero por no tenerlo en cuenta.
Si bien el mes que se toma como referencia para la cosecha de soja es mayo, ya en marzo empiezan a trillarse los primeros lotes, y en un corto plazo de tiempo toda la soja queda disponible para ser vendida. Esto ocasiona un pico de oferta.
Por el lado de la demanda, los exportadores programan buques para llevar esa soja a los destinos finales y venderla. Y como en mayo EE.UU., quien es el mayor oferente del mundo, está con poco stock de porotos, tienen una ventana de oportunidad importante para comprar y embarcar. Esa ventana se cierra luego cuando la competencia de EE.UU. aparece sobre octubre.
Pero además tenemos a las famosas aceiteras. Argentina tiene uno de los polos de molienda más importantes del mundo, con capacidad para moler más de 200.000 toneladas diarias. Si pusiéramos todos los camiones necesarios para llevar esa soja, generaríamos una cola de más de 100 kilómetros que debería renovarse todo los días.
Por lo tanto la demanda tiene como piso la necesidad de la industria, a la que se le suman los barcos que estén programados, que son más bien estacionales con el fuerte de los mismos entre marzo y agosto.
Así las cosas el pico de oferta arranca en marzo, y coincide con el de demanda. Pero luego la oferta va mermando, a medida que los productores cubren sus necesidades financieras, pagan los créditos tomados y compran los insumos para el año siguiente. Pero más adelante, como tener una fábrica parada implica asumir costos fijos muy grandes, y los productores ya no están tan interesados en vender, las fábricas deben pagar precios más altos para tentar la venta.
Esta situación llega a su punto cúlmine en febrero, cuando está por entrar la mercadería de la nueva campaña, las necesidades de la industria están presentes, pero los productores que tienen soja, no tienen necesidad de venderla. En ese punto los precios hacen el pico, y luego se produce la caída abrupta que describimos.
La fecha exacta en la que los granos llegan con fuerza al mercado no es siempre exactamente la misma, depende del clima, de las fechas de siembra, y de otras cuestiones logísticas. Hay años en los que "el empalme" de cosechas se produce antes, cerca de febrero, y otros años en los que pasa después.
Ahora bien, ¿de cuánto estamos hablando? En este año el diferencial estuvo en torno a u$s 20 la tonelada, pero los dos años previos fueron unos u$s 40 la tonelada, y en la campaña 2012/13 alcanzó los u$s 80 la tonelada.
Cada productor que se vanagloria de tener "una cosecha guardada" cada vez que se da este empalme de cosechas pierde esa cantidad de dinero. Muchos no tienen tanta soltura como para tener una cosecha guardada, pero por las dudas, guardan algo, y tienen el mismo problema.
Este año, siendo pesimistas, y sin tener en cuenta que también había un stock al inicio grande, con una producción de unos 60 millones de toneladas, se llevaban vendidas con precio cerrado al 9 de marzo unos 53 millones de toneladas, es decir, que no se vendieron unos 7 millones, y dejó de ganar el sector nada menos que u$s 140 millones.
Ahora bien, cuidado con pensar que esto es por especulación. No es así. El productor "cobra" una vez al año y tiene que administrar eso, igual que un oficinista, que trata de guardarse algo por las dudas. En el caso del productor es peor, porque no tiene "un sueldo fijo". Al año siguiente la producción puede ser mala, y si no tiene reservas, no logra subsistir. Cierto es que podría vender y quedarse con el dinero, e incluso invertirlo, pero con las experiencias pasadas (1980, 1990, 2001, 2010 de las que yo me acuerdo, pero hubo otras) y teniendo la posibilidad de hacerlo, le gusta quedarse con algo que "se puede ver y tocar", y que en definitiva también es su moneda de cambio: los campos se alquilan en kilos de soja, y más allá del precio de los insumos de cada año, lo que se mira es por ejemplo "cuántos kilos de soja cuesta una caminoneta" cuando está hecha trizas de tanto usarla por caminos rurales destruidos y es necesario cambiarla.
(*) Profesor investigador del Centro de Agronegocios de la Universidad Austral.