Andrés Méndez, especialista del INTA en agricultura de precisión, advierte que en los ensayos detectaron enormes diferencias de rinde de acuerdo a cómo se realicen los barbechos, la siembra y el control de las plagas, entre otros factores. La cosecha también es un momento crítico.
“La brecha de conocimientos en la agricultura argentina puede generar pérdidas de hasta 6.700 kilogramos de granos por hectárea entre quienes son más o menos eficientes”, informó Andrés Méndez, coordinador del proyecto Agricultura de Precisión y Máquinas Precisas del INTA. “Para que la Argentina pueda aprovechar sus potencialidades se requiere de capacitación”, dijo.
De acuerdo con el técnico, en todos los casos, esas diferencias no están generadas por el grado de inversiones sino por falta de conocimientos y calidad de los procesos, que alcanzan la regulación y puesta a punto de la maquinaria y el manejo operativo.
Méndez se refirió a un estudio del INTA Manfredi (en Córdoba) que especificó las pérdidas registradas en seis labores (barbecho, siembra, pulverización, diferenciación por calidad, cosecha y poscosecha) y que revela que en la primera labor un productor de alto rendimiento puede perder unos 200 kg/ha mientras que, mal realizada, las mermas alcanzarían los 1.800 kg/ha. Así, la brecha de conocimientos arroja una diferencia productiva abismal: 1.600 kilogramos de pérdidas durante un sólo proceso.
El problema de las pérdidas comienza antes de la implantación, en el período de barbecho químico, cuando se acumula agua en el suelo. Como explicó el especialista del INTA, con un milímetro de agua se producen en promedio casi 10 kilos de grano de trigo, 18 de maíz y 8 de soja. Así, un barbecho que permite almacenar 120 milímetros de agua útil equivaldría a rindes de 1.200 kg/ha en trigo, 2.160 en maíz y 960 kg/ha en soja.
“Si el productor quiere sembrar en un suelo donde el agua almacenada está cercana al punto de marchitez para el cultivo y lo decide porque justo llovieron 20 milímetros, estará reduciendo su potencial ya desde la siembra”, afirmó Méndez.
En la implantación, algunos cultivos son más vulnerables a los errores que otros. El técnico sostuvo que en la última campaña de maíz, el cultivo más susceptible a una mala implantación, se lograron diferencias de rendimiento muy significativas en ensayos realizados por el INTA. “Con una profundidad de siembra de 6 centímetros y una velocidad de 9 km/h, versus un tratamiento de 3 centímetros y 6 km/h, la diferencia de rinde a favor de este último caso fue de 2.700 kilogramos por hectárea”, aseguró Méndez.
Con respecto a la fertilización de este cultivo, el estudio registró una diferencia promedio de 1.000 kg/ha más al aplicar igual dosis de nitrógeno en la siembra que en las etapas V10/12, antes de la floración. Además, según el técnico del INTA, “se pudieron cuantificar rendimientos en soja de 800 kg/ha, entre lo que se realiza en promedio y lo que se puede lograr con ajustes de distanciamiento entre surcos y grupos por ambientes caracterizados”.
En cuanto a los procesos de control de insectos, malezas y plagas, sin diagnóstico y aplicación correctas, “podrían causar mermas bastante considerables para los cultivos, que van desde el 5% al 50% del rendimiento objetivo planteado”, aseguró Méndez.
Por otra parte, el momento de la cosecha es un punto crítico: el ingreso tardío de la cosechadora al lote puede causar pérdidas muy significativas. “Si el momento es óptimo, las pérdidas totales deben mantenerse debajo de los 85 kg/ha en soja”, precisó el especialista. Para él, es muy común cosechar excediendo los límites máximos de la capacidad de la máquina y duplicar o triplicar las pérdidas.
En la Argentina, el promedio de pérdidas durante la cosecha y poscosecha supera el 12% y en algunos lotes alcanza el 20%. Respecto al almacenamiento, Méndez recordó que los granos secos, sanos y limpios se conservan mejor y aconsejó que antes de almacenarlos se pueden separar según las calidades en cuanto a tenor de proteína y aceite.
“Esto permitiría diferenciar el producto saliendo desde el mismo lote, cuando existen ambientes muy distintos, y lograr calidades aceptables o más que aceptables para la transformación en proteína animal o para la producción de alimentos para consumo humano”, concluyó.