Con el tendido de los primeros alambrados, a fines del siglo XIX, se inicia el proceso de mestización de los rodeos criollos, dueños de nuestras inmensas pampas.
La incorporación de sangres importadas de razas puras por ganaderos visionarios hizo que, rápidamente, se notara el progreso genético de nuestras haciendas, hoy entre las mejores del mundo.
Durante todo el siglo XX, hemos en parte estudiado y en parte vivido la evolución de los distintos sistemas de crianza, los que fueron modificándose y adaptándose a diferentes zonas y circunstancias.
La reducción en la extensión de los potreros, la estabilidad de los servicios en épocas adecuadas y su acortamiento, el tacto rectal, los controles sanitarios, la inseminación artificial, los servicios prematuros, el destete precoz, etc., son algunos sistemas que han ido marcando hitos en los manejos ganaderos.
Las actuales circunstancias de márgenes bien ajustados, hacen que la eficiencia ya no sea solo privativa de criadores progresistas, sino que, por una razón de supervivencia, tiende a generalizarse.
Todas las innovaciones mencionadas se impusieron y hoy ni los más conservadores las discuten. Sin embargo, hay una, que si bien cuenta con cierta aceptación, no tiene el consenso que debería: el uso de toros jóvenes. Quizá por una mezcla de prejuicio y mito y también algo de ignorancia, este sistema es resistido.
Beneficios por partida doble
Si se evalúan las exigencias que este manejo demanda frente a las ventajas que ofrece, tanto para el criador como para el usuario, se verá que estas últimas superan ampliamente a las primeras.
Aquella evolución en los conocimientos genéticos, nutricionales y de manejo hacen posible que toritos de entre 14 y 16 meses de edad, un peso entre 400 y 450 kilos y una circunferencia escrotal de alrededor de 32 centímetros, sean efectivos en el servicio.
Para que esto sea posible, deberían ser destetados con 200 a 210 kilos y poseer un nivel nutricional razonablemente bueno. Si se dispone de datos de pruebas de producción y de control de desarrollo, cuyo uso han permitido obtener animales con mayor capacidad reproductiva a edad más joven, estos deben arrojar cifras indicativas de buena precocidad, para permitir un moderado engrasamiento temprano con menos requerimientos.
El achicar una generación mediante este procedimiento, alivia campo y ración, representando para el cabañero un gran logro, tanto económico como de manejo. Habrá, además, notable disminución de rechazos por peleas, adiciones, montas, etc.
No dejan de ser importantes, y hasta quizá más beneficiosas, las ventajas que el sistema ofrece al usuario: toros con vida útil significativamente más larga; reducción en el valor del flete; y aconsejando su incorporación con cierta anticipación, la edad mencionada anteriormente facilita una más rápida adaptación al nuevo medio, ya sean campos bajos, de monte, de garrapata o mío-mío, obviamente con las precauciones de cada caso.
Su "virginidad" hace también que el riesgo de contraer enfermedades comunes o venéreas sea mucho menor.
El servicio no debería ser de más de 1 toro cada 25 vientres por 90 días, y los padres serán echados a las vacas en los pesos y edad mencionados y en potreros que dispongan de una alimentación razonable. Se recomienda, además, una recorrida periódica prestando atención a los que pudieran tener mal desempeño, no mezclándolos con toros adultos para evitar la competencia durante el servicio, lo cual suele derivar en una baja funcionalidad de los toritos. Por último, y no por ello menos importante: dado que están en crecimiento, las ventajas de su uso temprano dependerán del cuidado que se les proporcione. Asimismo, una buena alimentación post-servicio asegurará un normal desempeño en su posterior utilización.
Ignacio Corti Maderna