En mi libro “Juicio y Castigo”, hay una columna que sintetiza muchas columnas que se titula: “Los relatos inmorales de Víctor Hugo Morales”. Durante mucho tiempo cerré este programa con una sección que tuvo mucho éxito entre los oyentes donde todos los días alguien se tragaba el sapo porque había dicho o hecho algo en contra de la democracia. Era un juego irónico entre la presidenta Cristina que preguntaba “¿quién se traga el sapo hoy? y Víctor Hugo que, resignado, decía que algún sapo hay que tragarse”.
Muchas veces me pregunté si no era una injusticia de mi parte, una exageración en mi crítica al uruguayo. Y siempre apareció en mi conciencia la misma respuesta: es la forma que encontré de ridiculizar editorialmente a quien prostituyó el periodismo, el oficio que tanto amo. Uno de los balances que hago de la etapa kirchnerista es que intentaron borrar de la faz de la tierra a los periodistas independientes. Es cierto que finalmente no lo lograron. De lo contrario, hoy seríamos una prolongación del chavismo. No lo lograron, pero estuvieron cerca y entre otros instrumentos los Kirchner utilizaron a muchos colegas que por convicción o por dinero se prestaron a atacar a los periodistas que no nos arrodillamos ante el altar de Cristina y de su pauta publicitaria ni nos dejamos domesticar por su látigo implacable.
Muchos colegas dejaron de serlo y se convirtieron en comisarios políticos. Pero la mayoría eran perejiles sin talento ni trayectoria. Por eso casi no los menciono. Pero hubo dos que con su prestigio cosechado en años y con su fanatismo de conversos se transformaron en dos emblemas de la malversación de nuestro trabajo. Horacio Verbitsky a quien también muchas veces le dí para que tenga, y Víctor Hugo. Como yo trabajaba en radio Continental con Fernando Bravo, pude ver de cerca la panquequeada brutal de Víctor Hugo. Me indignaba porque era capaz de humillar a humildes cronistas que estaban haciendo sus primeras armas en esta profesión por el solo hecho de trabajar en TN o en esta querida radio Mitre.
Su traición al oficio que siempre debe tener una mirada crítica del poder fue un golpe de nocaut para radio Continental que tenía gran parte de sus seguidores en el mundo productivo del campo. Su discurso contra lo que él llamaba “oligarcas golpistas”, fracturó la identidad de la emisora que se cayó a pedazos en sus niveles de rating. Mientras la radio tenía menos audiencia, el recaudaba más dinero por las fortunas de publicidad oficial del gobierno y por los programas que hacía desde localidades con intendentes cristinistas que le pagaban aparte y algunas veces en negro. Evasor, me había salido el botija.
Víctor Hugo logró el milagro de hundir una radio que supo estar siempre entre las más escuchadas de la Argentina. No solo porque hablaba en contra de los oyentes y los anunciantes de esa radio sino porque su actitud chupamedia y servil no despertaba interés ni siquiera entre La Cámpora. De hecho nunca tuvo éxito en la radio pese a que en el 2011, por ejemplo, Cristina sacó 12 millones de votos. Pero nadie escucha al que todo el día dice que el gobierno es una gloria, hace todo bien y está lleno de ministros que son santos y patriotas.
Era tan mayordomo de los funcionarios que relajaba tanto como comerse un frasco de dulce de leche. Sobreactuaba en su ignorancia política y debía ratificar su giro de 180 grados. Es más, hasta sus propios compañeros del micrófono se asombraban cuando leía como si estuviera improvisando largas gacetillas que le enviaban desde el gobierno de Cristina. ¿Se entiende lo que digo? Decía como si fuera su propio pensamiento la bajada de línea que le mandaban las usinas oficialistas. Eso es una estafa al periodismo. En un delito de lesa profesionalidad.
Victor Hugo es además un tipo soberbio y agresivo. Pateó el auto de un invitado a otro programa que había estacionado en su lugar. Amenazó a los gritos a un gran periodista del grupo Prisa que quiso cambiarle un horario. Se agarró a trompadas varias veces por un punto mal cobrado en el tenis.
Por todo eso, los propietarios siempre quisieron desprenderse de quien quebró la radio. En los últimos tiempos los dueños de la emisora tuvieron que someterse a la extorsión de Cristina: si echaban a Víctor Hugo no les aprobaban la licencia para operar en Argentina. Pero eso se terminó. Hoy las nuevas reglas en el mundo de los medios permiten mucha libertad y ni el grupo Prisa ni los empresarios mexicanos que se asociaron lo necesitan para que el gobierno les haga ningún favor. Por eso lo echaron. Lo usaron. Le pagaron fortunas y lo dejaron hacer lo que quisiera, faltar días enteros, ignorar a grandes periodistas de su equipo porque no se sumaron a su comparsa K o viajar todo el tiempo por el mundo, porque lo necesitaban. Eso es lo que se terminó. No se trata de un caso de censura ni mucho menos. Una empresa que fue extorsionada por Cristina con la presencia de Victor Hugo se sacó de encima una mochila que le costaba montañas de dólares. Porque ese es el otro tema. El doble o triple discurso. Fracaso absoluto en sus programas. En radio medía 9 puntos de share contra más de 50 de Mitre en ese horario y en canal 9 tenía un rating tan bajo que ni siquiera en un canal de cable lo hubieran mantenido. Solo seguía poniendo al aire sus proclamas engoladas y pseudo-revolucionarias y cargadas de miel con los Kirchner a cambio de pauta publicitaria y conveniencia legal de quienes lo tenían contratado. ¿Se entiende?
Pero yo le hablaba del triple discurso. Habla maravillas de Cuba como un guevarista pero tiene un departamento lujoso en Nueva York. Adora a Nicolás Maduro y el chavismo decadente pero viaja varias veces al año a Paris, Roma y Madrid. Suele llenarse la boca con los pobres y es un señor acaudalado como pocos. Siente culpa por eso pero sigue facturando. Está enamorado solamente de dos cosas: de su voz y de su chequera. Por eso indigna que la quiera jugar de víctima y de perseguido. Tiene decenas de radios y canales K para expresar su verborragia obsecuente. Pero va a ser difícil que alguien le pague las fortunas que venía cobrando hasta ahora. Siempre dijo una cosa e hizo otra. La hipocresía está en su ADN. Con el tema de la dictadura batió todos los records. En Uruguay jugaba al fútbol y cantaba tangos en los cuarteles donde tenían alojados a los presos políticos y en Argentina tuvo que pedirle perdón por carta a Estela Carlotto por haber expresado sus simpatías por Videla y compañía. Sin embargo ahora levanta el dedito acusador.
En eso tiene muchas similitudes con Cristina. Ambos se hicieron millonarios y no levantaron un dedo durante el terrorismo de estado.
Víctor Hugo, fue el relator del relato, el defensor mediático de todos los corruptos más corruptos, empezando por Amado Boudou y Ricardo Jaime y terminando por Lázaro Báez y su amada Cristina. Es el símbolo del periodismo de estado. Es la bandera de los que quisieron instalar un régimen autoritario con discurso único. Víctor Hugo, el de los relatos Inmorales. El barrilete cósmico que se dio vuelta en el aire como una media y se convirtió en genuflexo de los Kirchner y en verdugo del periodismo. Le dicen Tor Hugo, acaba de tragarse el sapo más grande de su vida.
Mitre