La actividad de las inmobiliarias rurales va al ritmo del humor del inversor, que no puede sustraerse del contexto país. No se ve luz al final del túnel y muchos prefieren esperar tiempos mejores, sobre todo los extranjeros.
Sería redundante abundar en explicaciones respecto del vínculo del agro con la economía argentina. Muy a pesar suyo, el campo está inmerso en este barco sin timón que ha propuesto la Administración vigente a nivel nacional. Incluso podría decirse que está entre los más perjudicados, con precios manipulados y recortados tanto por la carga impositiva que maneja el Estado como por la imposición de un tipo de cambio ficticio. Cada tanto tiene un modesto recreo como el que propone el dólar soja, casi una concesión de los que han decidido hacerse dueños de la suerte de las inversiones que otros realizan con gran esfuerzo.
No debería haber razones que le quiten atractivos al campo argentino como negocio rentable, no al menos en condiciones de libertad comercial. Pero en nuestro país, y en cualquier sistema intervencionista, todo es posible. De todas maneras no dejan de sorprender los últimos datos del índice que elabora la Cámara Argentina de Inmobiliarias Rurales (CAIR), que vuelven a ser desalentadores, con una caída del 23% para la actividad en octubre respecto de septiembre, el mes del segundo dólar soja, considerando como primer intento el engendro de Pesce, que tuvo casi nula aceptación.
Y sorprende porque no mucho tiempo antes había señales concretas de una reactivación del mercado de venta y alquileres de campo, que se justificaron en el afán de posicionarse de cara a un futuro no tan lejano que se supone tendrá otra impronta desde el punto de vista de la gestión del Estado.
El Índice de Actividad del Mercado Inmobiliario Rural refleja el presente del mercado inmobiliario rural en todo el país. Se conforma principalmente con los resultados de la encuesta mensual de actividad efectuada entre socios de todo el país, la cantidad de avisos publicitarios de campos en venta o alquiler en los principales medios gráficos de tirada nacional, la cantidad de anunciantes en la web de CAIR, las operaciones rurales realizadas en el periodo analizado, las búsquedas y consultas efectuadas por inversores en la web de CAIR, y la cantidad de avisos comerciales en las principales plazas del interior del país.
Los especialistas de la Cámara hablan de una caída significativa generada por las consecuencias de una sequía implacable, que se llevó buena parte de la producción de trigo en amplias zonas de la Región Pampeana, que deprimió sensiblemente la siembra de maíz de primera y que le generó una demora muy grave a la implantación de la soja, en que un alto porcentaje de la oleaginosa se va a sembrar fuera de la ventana optima para hacerlo. Eso equivale a menores rindes y, en consecuencia, un ingreso mermado de divisas.
No hay manera de medir qué factor deletéreo tiene más peso en esta decisión negativa, pero sin gran esfuerzo se detecta detrás de estas idas y vueltas en la voluntad de los inversores la absoluta incertidumbre política y económica que reina en el país. De hecho para la gente de la Cámara este es el factor principal que afecta a la actividad inmobiliaria rural.
Pero además ponen de relieve la ausencia casi total de capitales extranjeros, lo cual continúa sumando un condimento extra en contra del mercado. Tiene lógica. Qué inversor llegado desde países con estructuras serias y razonables pondría dinero en un esquema como el nuestro. Dentro de eso el campo es confiable ciento por ciento, pero no es raro que todo caiga dentro de la misma bolsa. Necesitamos un contexto país diametralmente distinto, que por ahora no está a la vista.
Claudio Gianni