La situación y perspectivas del agro han cambiado a partir de la reducción a cero de los derechos de exportación de todos los granos y de la baja de 5 puntos para el complejo sojero. Adicionalmente, una comercialización sin cupos de exportación (que llevaba a una sistemática acumulación de inventarios con efecto depresivo sobre los precios), lleva a que el FAS teórico sea un precio alcanzable.
Esto no quiere decir que, automáticamente, todos los granos cotizarán a "precio lleno". Gravita en cada caso la configuración de la oferta y de la demanda. Para el caso, el trigo, en el pico de oferta, tiene cotizaciones spot que están varios escalones por debajo de la capacidad de pago de la exportación. Lo mismo ocurre, pero por otros motivos, con el girasol (que siempre tuvo un mercado poco transparente).
El maíz, y particularmente la soja, cotizan casi en línea con la paridad de exportación. El maíz, con retenciones cero y sin cupos de exportación, y la soja con 5 puntos menos de retenciones. La oleaginosa, cuyo destino es mayoritariamente el de exportación, siempre ha cotizado en línea con el FAS teórico, incluso por momentos por encima de la paridad de exportación (cuando para la industria el costo por no trabajar a plena capacidad instalada era mayor que el sobreprecio pagado por la soja).
El gran objetivo, en materia de estrategias de comercialización, es el de lograr un precio lo más cercano a la paridad de exportación. Más que eso, imposible. Todo esto, en un contexto de mercados internacionales de precios apenas sostenidos.
Habrá que prestarle atención a los precios spot en cada momento y los precios de las posiciones futuras en el mercado a término.
Pero la ecuación agrícola no depende solamente de los precios. También influye el clima y los costos. Dejemos el clima de lado, que es un tema independiente de la política agrícola y del reacomodamiento de variables macroeconómicas.
Por el lado de los costos, la problemática de arrastre es la de un persistente aumento del precio de servicios contratados por el agro, medidos en dólares. El precio de laboreos agrícolas, de trilla y particularmente de los fletes agrícolas, fue aumentando gradualmente en los últimos años, de la mano de un precio del gasoil que se encareció (en dólares, visto el rezago cambiario).
El reacomodamiento del tipo de cambio debería llevar a que esos costos que fueron altos en dólares, vuelvan a ser competitivos. Y el precio
clave a observar es el gasoil.
A modo de ejemplo, en junio/03 el gasoil promediaba u$s 0,48 el litro; en junio/09 el valor había trepado a u$s 0,64 el litro, en tanto que dos años más tarde era de u$s 1,07 el litro. En junio/13 promedió u$s 1,33 el litro, una cifra muy similar a la de principio de diciembre de 2015. Este incremento de costos en dólares, de uno de los principales insumos del agro, tuvo un impacto gravitante en los costos de producción. La situación se agravó por la baja de los precios de los granos, medidos en dólares, y por el atraso cambiario.
En el mismo período, el costo del flete agrícola (para una distancia de 300 km) pasó de u$s 13 a u$s 38 por tonelada. El valor de la unidad de trabajo agrícola pasó de u$s 16 por hectárea en junio/03 a u$s 41 la hectárea al 1/12/15. Lo que vino después es historia reciente. El reacomodamiento en el tipo de cambio (y la menor carga tributaria) le han cambiado la cara al agro.
Por ahora los aumentos en el gasoil estuvieron varios escalones por debajo de la tasa de devaluación. Transitoriamente el agro ha recuperado competitividad. Habrá que ver cómo sigue la historia, en vista que el precio de los combustibles impacta sobre todo lo que rueda en el agro.
Si el primero de los desafíos del agro es el de prestarle atención a las estrategias de venta, el segundo desafío es de prestarle atención a los costos.