Luego de trabajar cinco años en los Estados Unidos, donde se especializó en Biología Sintética, el bioquímico, Hugo Menzella volvió al país en el 2008 y se radicó en su ciudad natal, Rosario. Allí lo sorprendió la movida que se daba por entonces en torno a la industria del Biodiésel y poco después tomó contacto con algunos productores de dicho sector.
“Quería conocer de cerca la realidad y la problemática de la industria del biodiésel, porque entendía que podía hacer un aporte desde la especialidad que había adquirido en Estados Unidos. En seguida surgió el problema de las impurezas, que le quitan competitividad al producto e implican pérdida de mercados. “Vimos que era necesario destilar el biodiésel, y eso tenía un costo superior a los US$ 30 por tonelada”, dice Menzella.
El científico explica que cuando el biodiésel no es de buena calidad se tapan los filtros y fallan los motores y los inyectores, lo que explica porqué el gasoil se corta con una parte de biocombustible, que en este momento es de solo del 10%.
Entusiasmado, Menzella comenzó a investigar y un par de años después fundó, en sociedad con Salvador Peiru y otros tres científicos de la Universidad Nacional de Rosario, algunos de ellos investigadores del Conicet. Y antes de cumplir su primer aniversario, la firma, que aun hoy está incubada en la Facultad de Bioquímica de la Universidad Nacional de Rosario, logró desarrollar una enzima que elimina las impurezas del biocombustible, a la que llamaron Egasa.
La innovación fue muy bien recibida en el ámbito académico, en el de la industria de biocombustibles y entre los inversores de riesgo. De hecho pocos meses después, durante el 2012, la empresa recibió un subsidio de $ 1,8 millones del Fonarsec (Fondo Argentino Sectorial), de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica.
En el mismo año el Fondo Pymar realizó un aporte de capital por US$ 600.000 y un año después otro grupo de inversores ángeles, entre los que se encontraba el chileno Pablo Valenzuela, concretó una inversión por US$ 780.000, que fueron utilizados para financiar las operaciones de 2013 y 2014.
Menzella describe, casi con lujo de detalles, el procedimiento que los llevó a concluir, en estos dos años, que las enzimas eran los agentes ideales para mejorar la calidad del biocombustible. Pero aclara que enfrentaron algunos desafíos.
“Las impurezas son estéril glucósidos, una molécula que tiene en su estructura un residuo de glucosa. Sabíamos que no existía una enzima capaz de reconocer esa molécula, pero sí se conocían enzimas que reconocían la glucosa. Por lo que, a partir de ahí, razonamos que algunas enzimas de esta familia, denominadas glucosidadas, podrían llegar a hacer el trabajo, pero necesitábamos que la enzima que buscábamos pudiera trabajar a altas temperaturas y en un entorno no acuoso, como es el biodiésel.”
Después de mucho investigar, el equipo de Menzella encontró la solución en microorganismos que crecen en volcanes, a muy alta temperatura, y que poseen enzimas que pueden tolerar esas condiciones. Fue el origen de Egasa. “La enzima rompe la impureza en dos moléculas menores, que son completamente solubles”, asegura el CEO de Keclon.
Las enzimas son proteínas producidas por seres vivos, cuya principal función radica en apurar o regular reacciones químicas de diversa índole, para lo cual requieren ciertas condiciones químicas y físicas especiales, como una mayor o menor acidez del medio, temperatura y humedad determinadas, etcétera. Desde hace décadas, las enzimas son utilizadas en la industria, para mejorar los tiempos y la calidad de los procesos productivos.
Para el 2015, la empresa prevé inaugurar una planta de producción a escala de enzimas, para lo cual mantiene negociaciones con grupos inversores para llegar a un financiamiento por US$ 5 millones. Se calcula que la planta producirá 10.000 kilos de enzima Egasa por día, volumen suficiente para purificar unos tres millones de toneladas de biocombustible, equivalentes al 80% de la capacidad instalada en el mercado local.