Las medidas tomadas por el nuevo Gobierno como el ajuste del tipo de cambio y la eliminación de las retenciones a la carne significan un apoyo muy fuerte hacia el sector ganadero. Como contrapartida, se profundizaron las expectativas favorables surgidas antes del recambio político, que se plasmaron en un proceso de retención y en las subas de los precios de la hacienda.
Ahora, con las nuevas cartas puestas sobre la mesa, hay que ver cómo canalizar este optimismo para traducirlo en más carne, más exportaciones y mayores ingresos para el país. Un verdadero reto.
Sin embargo, se debe destacar que las medidas beneficiarán al sector sólo si se acompañan con un plan anti inflacionario y un programa fiscal adecuados. Si persiste la inflación en dólares o si el tipo de cambio no se va modificando en un tiempo prudencial, el precio del novillo volverá a encarecerse en esa moneda y la potencial competitividad quedará reducida parcial o totalmente.
Otro condicionamiento fuerte es que el consumo interno debe mantenerse a resguardo por cuestiones económicas y políticas. En este aspecto, hay que seguir de cerca la confianza del consumidor y el nivel de inflación interna, y evitar que el precio de la carne genere tensiones políticas en la puja distributiva.
Así las cosas, es fundamental considerar que al haberse quitado las trabas a las exportaciones, la disminución del ingreso del Estado por no cobrar retenciones se debería compensar, por ejemplo, con más divisas por exportaciones.
Para ello, hay que tomar conciencia de que las cosas “cambiaron” y que todo lo que se pensaba hacer y no se hacía por falta de estímulos oficiales, ya se puede poner en marcha. En concreto, ahora, la búsqueda de la productividad y rentabilidad de la cadena cárnica está en sus propias manos.
En el sector agrícola, me parece que esto está claro. En tal sentido, el Ministro de Agroindustria prevé un aumento de la cosecha de granos de 20 ó 30 millones de toneladas. Con ello, se generarán recursos que compensarán la disminución de las retenciones a través de gravámenes genuinos como el impuesto a las ganancias. La pregunta es cuánto va a aumentar realmente la producción de carne.
Del dicho al hecho
Una posibilidad es incrementar el número de terneros, sean totales o como por porcentaje de los vientres entorados a través de una mejora de la eficiencia productiva. Pero esto llevará mucho tiempo dado que los índices reproductivos promedio son los mismos desde hace 60 años.
De todos modos, se supone que dado el cambio del entorno político y económico, ahora, algunas mejoras, aunque mínimas, podrían implementarse. Desde contratar por primera vez a un veterinario para chequear los toros, controlar malezas con el milenario 2-4 D en los campos naturales y renovar las instalaciones, hasta encarar nuevos desafíos en aquéllos que se encuentran en otro piso productivo, aumentando la oferta forrajera y el porcentaje y peso de destete.
Otra herramienta es producir más carne por animal. En ese sentido, muchas empresas ya venían desarrollando recrías adecuadas mientras que en otros casos es necesario mejorar. Por ejemplo, en los primeros intentos para la cuota 481, se veían altas ganancias de peso durante esa etapa, que sumadas a los 100 días de corral, llevaban a terminar animales muy engrasados. Obviamente, habrá que encerrar un novillito más pesado, menos eficiente en el corral y con una ración más cara, el gran desafío del “cambio” para los feedlots.
De todos modos, pienso que falta muchísimo para poder recriar eficientemente una gran cantidad de animales. Se trata de una tecnología de procesos que requiere un aprendizaje empresarial, que incluye desde la capacitación del dueño del campo y del personal hasta la formación de técnicos.
Tampoco es cuestión de que ahora todas las empresas se dediquen a recriar y hacer novillo pesado ya que muchas no tienen las capacidades necesarias en sus campos. Como de costumbre, quienes primero aprovecharán las oportunidades serán aquéllos que lo venían haciendo desde hace tiempo. Además, hay que seguir abasteciendo el mercado interno para lo cual es importante que el consumidor se vaya acostumbrando a la carne de animales más pesados, pero igual de tiernos, proceso que deberá manejarse a través del precio.
Cómo adaptarse al cambio
En la actualidad, no todos los productores que quieran aprovechar la situación favorable están en las mismas condiciones de poder hacerlo. Algunos tienen los campos despoblados, siendo imprescindible que hayan mantenido las instalaciones y el personal para volver a la ganadería. En este caso, una opción es hacer acuerdos para capitalizar hacienda dado el elevado costo que implica encarar el negocio por cuenta propia.
Otros, que ya están recriando y engordando sus animales tendrán que destinar una inversión superior para aumentar la superficie de pasturas y crecer en producción de alimentos con miras a elevar la carga a posteriori.
En tanto, los que contaban con un plan productivo de largo plazo deberán afianzarlo, analizando cambios en las estrategias tales como integrar recrías a campo y a corral, terminar un novillo más pesado, entre otras, para estar mejor posicionados ante las oportunidades.
En síntesis, todos sabemos que las cosas cambiaron pero se debe tomar conciencia del rol y la responsabilidad que le compete a la cadena de la carne ante el nuevo escenario.
Quizás ahora sea más importante que nunca hacer realidad aquellos anhelos de los cuales tanto se habló durante los últimos años. Objetivos como acceder a mercados diferenciados, a nichos donde la carne a pasto o a grano vale más y crear marcas para determinados supermercados del país y del mundo, ahora podrán llevarse a cabo si del entorno se trata.
Por su parte, el Estado deberá acompañar las propuestas de la cadena cárnica brindando el marco legal y productivo, además de facilitar los carriles para la concreción de las metas. En definitiva, lo saliente para el sector es que llegó la hora de dejar el “relato” y pasar a la “acción”.
Valor Carne