Entre las variadas consignas kirchneristas que se repartieron el último fin de semana en parque Centenario que iban de "Amor Sí, Macri, No" a "Yo quiero Paka, Paka", estaba la que acusaba al candidato presidencial de Cambiemos de querer eliminar las retenciones a los granos.
La movilización de actores, músicos y artistas que buscaba advertir a la sociedad que estaban en riesgo los derechos obtenidos durante la última década dejaba en claro que el impuesto a la exportación de los productos del agro forma parte del credo del núcleo duro del oficialismo y está lejos de ser una medida instrumental. Nada que se pueda tomar a la ligera.
Esto explica las dificultades que tuvo Daniel Scioli para ser explícito en esta cuestión. Después de un mar de vaguedades y de los resultados de la primera vuelta terminó por afirmar que eliminaría las retenciones a las economías regionales, al trigo, cebada y maíz. Su ministro de Asuntos Agrarios y eventual titular de la cartera agropecuaria, Alejandro "Topo" Rodríguez, llegó más lejos y anticipó hasta una baja sustancial en las retenciones a la soja que quedarían por debajo del 30%.
Más allá de los anuncios y promesas de campaña, lo cierto es que cambió el clima de negocios. Cualquier charla con empresarios y productores tiene siempre la misma conclusión: el futuro se está llevando puesto al presente. Las dificultades financieras y comerciales del día a día no han desaparecido, por el contrario en algunos casos se han agravado como es el caso de los tamberos que están tratando de salir del desbarajuste que les provocó los cheques rechazados de una importante usina láctea. Sin embargo, los problemas de hoy comienzan a importar menos frente a las expectativas de tener un cambio de políticas. Ya no son sólo ilusiones, son casi certezas.
Optimista, Bernardo Piazzardi, consultor y profesor del Centro Agronegocios de la Universidad Austral, cree que la mesa está servida. Se refiere al variado menú de oportunidades e inversiones que presentan las 31 principales cadenas agroalimentarias que actúan en nuestro país y que representan aproximadamente el 20% del PBI y más del 60% de las exportaciones. Y recuerda que lo que hay en el plato sigue siendo atractivo básicamente por tres razones: porque sobran los dedos de las manos para contar países que pueden ser proveedores de seguridad alimentaria al mundo y porque la demanda de los productos agroalimentarios continúa a ritmo creciente. "Sólo por mencionar tres casos, el consumo mundial de carne vacuna en el mundo se multiplicará por 2 veces al 2020 y por 4 veces para los lácteos y la carne aviar", agrega Piazzardi. La última razón que esgrime el consultor es la clase mundial que tiene nuestra dotación de recursos humanos tanto en el sistema científico-tecnológico como en los tomadores de decisiones empresarias.
Claro, las expectativas son importantes , pero es bueno saber que tienen un plazo de vencimiento. Si no son reemplazadas a tiempo por políticas y planes consistentes sobrevendrá la frustración. Es decir, las expectativas favorables son condición necesaria pero no suficiente para la inversión.
Para el empresariado no hay dudas: la llave que desencadenará miles de millones de dólares de inversión y multiplicará el empleo será tener una infraestructura acorde al salto productivo. ¿Cuántos puertos, acopios, plantas de procesamiento, fabricas para insumos y rutas se necesitarán si los 100 millones de granos trepan a 160 millones en 2020? ¿Cuántas plantas frigoríficas se sumarán de alcanzarse los 7,5 millones de toneladas de producción de carne? "Los inversores locales y extranjeros arbitrarán estas ineficiencias como oportunidades de inversión. Es como un juego del TEG con un tablero, fichas y lugares por ocupar", razona Piazzardi.
Este movimiento generará un nuevo mapa con otra relación de fuerzas entre los protagonistas de cada sector. Los reacomodamientos serán inevitables. Ya hay inquietudes, por ejemplo, sobre cómo moverán las fichas de sus inversiones los chinos de Cofco. ¿Volverán los brasileños a copar la industria frigorifica?
Como siempre sucede cuando se prende el semáforo verde que permite apretar el acelerador de la producción se moverán primero las inversiones que tengan los menores plazos de retorno. Y al final, si el período de bonanza y expectativas sigue acompañando, los que tengan ciclos más largos.
Por estos días volvió el futuro al campo, lo que no es poco.
La Nación