Nadie puede negar el gran cambio que sufrió el rubro ovino en las últimas dos décadas. En la de los años de 1990, llamada la década perdida, con el precio del vellón Corriedale a US$ 1,10 el kilo –en parte debido al sobrestock australiano- y todos los insumos subiendo, comenzó a perder las joyas de la corona (o a vender las joyas de la abuela). Con el paso de los años se vio que también el abigeato fue un factor importante en la decadencia del rubro, además de la competencia de otros rubros, en especial de la expansión agrícola que comenzó en la campaña de cultivos de verano de 2003/2004.
Así se consolidó una caída histórica del stock ovino del país, que pasó de 26 millones de cabezas a menos de 10 millones. En 2002/2003 había 10,98 millones de ovinos en el país. Y siguió cayendo. En la última declaración de Dicose, al 30 de junio pasado, la cifra se ubicó en 8,19 millones, en una tendencia que viene al alza.
Esa caída del stock ovino tuvo su correlato en el descenso de la producción de carne y lana. La industria textil lo sufrió de manera especial pues luego de ir creciendo hasta tener una infraestructura para procesar 100 millones de kilos de lana, hoy debe conformarse con poco más de 30 millones de kilos, más las importaciones que realiza.
Es bueno recordar que a partir de ese piso que tocó el rubro empezó a levantarse. A falta de cantidad, se apostó a la calidad. En un país con tradición lanera, comenzó a ocupar un lugar importante la producción de carne ovina, con el buque insignia del cordero pesado, que nació en 1995 con el operativo del frigorífico San Jacinto. Hay mucho para rescatar, pero como símbolo de la eficiencia productiva basta el detalle del peso de la canal de los corderos, que pasó de 9-10 kilos previo al comienzo del proyecto cordero pesado (según datos de INAC) a los actuales 16,5 kilos.
Y ahora se abrió el mercado de Estados Unidos para la carne ovina desosada y enfriada, luego de una larga negociación de ocho años. Es un logro que hay que remarcar. En breve saldrán los primeros embarques de prueba, dando el puntapié inicial a la conquista de un mercado donde se puede fijar el objetivo de colocar entre 1.000 y 2.000 toneladas peso embarque en 2014. El año 2013 cerrará con una producción de 28 mil toneladas, de las cuales 24 mil toneladas peso carcasa se habrán exportado.
Por otra parte, la lana viene con un precio tonificado. La zafra de esquilas rondará los 32 millones de toneladas. Tan importante como ello es el proceso de afinamiento que se ha emprendido en el país. El viernes próximo se entregarán en INIA Tacuarembó los carneros del cuarto año del Consorcio Regional de Innovación de Lanas Ultrafinas del Uruguay (Crilu), que se inició luego de una década del Proyecto Merino Fino.
En el 2013 creció el stock, creció el número de ovejas encarneradas, se incrementó la faena –tanto de corderos como de animales adultos- , aumentó el precio al productor y en los mercados externos la carne ovina cotizó en octubre a US$ 4.170 la tonelada, superando por primera vez en el año la marca de US$ 4.000.
Seguramente hay mucho por hacer. Las cosas no pasan porque sí o por arte de magia. Sabemos que si le ponemos esfuerzo y trabajo, los resultados llegan. La cadena ovina tiene todo: gente trabajando, inversión en genética, alimentación y tecnología, producción de calidad. El Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL) ha reforzado la capacitación de los recursos humanos. Hay una cultura ovejera que nació en los albores de la patria que se debe preservar y fortalecer. Se abren nuevas oportunidades de mercados. Por eso -y mucho más- es la hora de los ovinos.
Uruguay
Buenos tiempos para los ovinosCreció el número de ovejas encarneradas, se incrementó la faena y aumentó el precio al productor
24 Ene 2014
24 Ene 2014