La ordenanza que prohíbe la utilización del glifosato en Rosario aprobada a finales del año pasado aceleró los tiempos para cambiar el modelo local de producción de alimentos. Si bien ya existen varios programas estatales que apuntan a la reconversión agroecológica de los quinteros, a partir del nuevo marco normativo la Municipalidad puso el ojo en los productores de cultivos extensivos, casi todos sojeros.
El último relevamiento hecho por los técnicos locales detectó que existen dentro de los límites de Rosario alrededor de 1.200 hectáreas de producción extensiva, una superficie casi cuatro veces mayor a la que se pensaba (según el Instituto Provincial de Estadísticas y Censos, había unas 300 hectáreas de soja) y que equivale a diez veces el parque Independencia.
La intención del gobierno local es que en un plazo de tres años como máximo, los productores de soja que se encuentran en la periferia de la ciudad emprendan una transición hacia un modelo agroecológico libre de todo tipo de químicos, no sólo de glifosato.
Para empezar a desandar ese camino, esta semana tuvo lugar una primera reunión que incluyó a especialistas de la ciudad y de la provincia con productores convencionales y otros "reconvertidos" que desde hace algunos años trabajan con sistemas donde el manejo le gana la pulseada a los insumos.
Con dudas y resistencias de diferente grado, los productores tradicionales escucharon los argumentos y las experiencias de aquellos colegas que dejaron de lado los agroquímicos y hoy producen con buenos márgenes de rentabilidad en un paradigma que, en realidad, fue el dominante hasta la irrupción masiva a mediados de los 90 del paquete tecnológico de semillas modificadas, siembra directa e insumos químicos.
Marco Legal
La directora de Innovación y Calidad Ambiental de la Municipalidad, Daniela Mastrángelo, brindó el panorama jurídico que ordena el uso de la tierra en Rosario y que se sostiene sobre tres ordenanzas: la 8871/11, que fija la frontera agronómica y regula el uso de los agroquímicos; la 9.144/13, que modifica la anterior y establece un área protegida para la producción frutihortícola y la 9.789/17, votada con polémica, idas y vueltas a finales del año pasado que prohíbe el uso de glifosato dentro de los límites urbanos de la ciudad.
"Ese es el paraguas legal que tenemos, no significa que haya que hacer las cosas de un día para el otro pero sí marca un rumbo hacia donde ir. Ahora hay que llevar todo eso a la práctica", explicó la funcionaria durante el encuentro.
El trabajo y la asistencia técnica de los equipos municipales y provinciales con los productores hortícolas ya tiene un tiempo de desarrollo en el que se lograron alimentos sin agroquímicos chequeados por el laboratorio de la Bolsa de Comercio local, lo que les otorga un plus que funciona como sello de calidad.
Ahora la idea es transitar el mismo camino con los productores de soja que trabajan dentro de los límites urbanos. "El desafío es lograr la reconversión de los productores extensivos en base a la nueva normativa incorporando una tecnología de manejo de procesos para dejar atrás una tecnología de insumos" agregó Raúl Terrile, también del gobierno municipal.
De eso se trata la agroecología: del manejo de sistemas y preservación de la biodiversidad versus un modelo industrial donde prevalece el monocultivo, que en esta zona se expresa en los cultivos de soja.
El plazo que desde la Municipalidad se pusieron para concretar esa transición con los cultivos extensivos es de tres años, con asistencia técnica estatal a los productores.
Así lo exige la ley y también lo marcan los tiempos que corren. "Hoy el contexto marca que existe tecnología apropiada y una demanda creciente de alimentos elaborados sin agroquímicos. La opinión pública tiene cada vez más información y está mas concientizada sobre los problemas ambientales", explicaron desde el gobierno provincial.