Solo utilizaría el 18% del potencial agropecuario
Preocupa el crecimiento de las importaciones y que todos los años se siembre menos. Críticas hacia la falta de políticas
La importación de alimentos en el país va en ascenso. Más de 600 millones de dólares se han gastado el pasado año para comprar alimentos y evitar la escasez en el país. Esta situación es preocupante, si se tiene en cuenta que muy lejos de que Bolivia incremente su producción, la tendencia es negativa, ya que han disminuido las áreas de cultivo por diversas razones. Uno factor decisivo ha sido el climatológico.
De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) en el transcurso de los seis primeros meses de 2013, la importación de carnes, cereales, productos hortofrutícolas y aceite, fundamentalmente- ha registrado una tendencia a la baja en relación con el mismo intervalo de los años 2012 y 2011. Pero debido a la escasez de arroz, harina, papa y otros productos, se efectuaron importaciones de emergencia. La Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO) señala que mientras el año 2009, la superficie sembrada de soja fue de 284.000 hectáreas (ha) con un rendimiento de 1,97 toneladas métricas (tm) por ha, en 2010 la superficie cultivada fue de 255.200 ha con un menor rendimiento que llegó a 1,77 tm por ha. Desde entones, no ha habido mejoras sustanciales.
En cuanto al girasol y al maíz, además de la sequía los productores soportaron restricciones a la exportación, lo que ha desincentivado a los agricultores que optaron por trasladar su esfuerzo hacia otros rubros. A ello se suma la inseguridad jurídica en la tenencia de la tierra que a desalentado las inversiones. Recurrir a importaciones de alimentos es un grave error, pues a la larga se convertirá en una situación insostenible, más aun cuando todas las señales indican que los precios de los alimentos subirán.
El Gobierno ha efectuado muchos anuncios sobre la aplicación de la Ley de Revolución Productiva, Comunitaria y Agropecuaria, que en teoría aumentará la producción de alimentos y logrará la expansión de la superficie cultivable. Esa norma, además busca estimular la producción, y establece el Seguro Agrícola que permitirá garantizar y proteger a los pequeños productores frente a eventualidades de la naturaleza. Lo lamentable es que no existen proyectos agropecuarios con estudios de factibilidad, faltan definiciones sobre políticas del agro, como apelar a la biotecnología para optimizar la producción, y persisten las acciones hostiles contra terratenientes. Mientras se mantenga esa incertidumbre será muy difícil que capitales frescos ingresen para este sector. El país dispone de 18 millones de hectáreas de tierras con vocación productiva, de las que solamente el 15% se trabaja. Para 2014 se ha aprobado un incremento importante en el Presupuesto General del Estado para el rubro de fomento a la producción agropecuaria, que de ser bien empleado, podría generar un impulso decisivo. Para ello, debe despolitizarse la política agropecuaria, hecho que por el momento parece poco probable al haberse iniciado el proceso electoral.
Los peor que puede pasarle al país, es que se mantenga la actual política de solucionar los problemas con parches del momento, como son las importaciones. Esta política solamente se convierte en una fuente de filtración de las divisas nacionales, ya que cada vez se elevan más los precios de los alimentos importados. Para evitar una escalada de precios, el Gobierno apela a las subvenciones y de esta manera no se puede salir de ese círculo vicioso.
Mientras no se ejecuten políticas claras de fomento a la agroindustria, el país seguirá al borde de lo que la FAO llama inseguridad alimentaria, con sus secuelas de escasez, especulación e incertidumbre, síntomas que ya se han manifestado en el país ocasionando que los precios se consoliden muy por encima de la capacidad económica de la mayoría de los bolivianos.