Contrastes de una a otra campaña
Toda la atención de los operadores se viene concentrando en el ya demorado avance de la siembra en el país del Norte. Sin embargo, también existen otras cuestiones que no dejan de ser sumamente importantes
En tal sentido, la incertidumbre que se cierne sobre nuestro país en materia cambiaria hace que cada vez más productores mantengan la idea de que lo mejor que se puede hacer con la mercadería (léase soja), es retenerla. Más allá de lo que pueda pasar con el dólar, está la lógica interpretación de que vender por vender sin necesidad no resulta un buen negocio, si el resultado de ello es recibir pesos.
Pero este cuadro de situación tiene un interesante correlato también a escala global. Ya finalizada la semana que va del 13 al 17 de mayo, nuevamente sorprendieron las buenas ventas externas estadounidenses de harina de soja.
Prácticamente los Estados Unidos tiene vendido el 100% de este producto cuando todavía le restan tres meses y medio para terminar el ciclo comercial. Está claro que si la Argentina estuviera más activa en el mercado internacional, lo comentado previamente nunca hubiera ocurrido. Y ello es así porque no es un actor circunstancial de este producto.
Nuestro país es el principal exportador mundial de harina de soja, representando más del 40% del total mundial. Así las cosas, todo pareciera indicar que el empalme entre campañas en el país del Norte no va a ser nada sencillo. Y lo único que sabemos de la nueva temporada es que hay un marcado retraso en las siembras de maíz. Ello podría favorecer a la soja en materia productiva, si pasado una cierta fecha límite ya no resulta conveniente seguir insistiendo con la implantación del forrajero y una determinada cantidad de área pasaría a sembrarse con la oleaginosa.
La llave entonces, entre la realidad de la vieja campaña y la incertidumbre del nuevo ciclo productivo, la tiene el futuro ritmo de la oferta argentina. Por lo menos esto es así en materia oleaginosa.
En la Argentina
Muchas son las consultas sobre las perspectivas de precios del maíz de la actual campaña en nuestro país. Y pareciera que cada vez más parecidos son los problemas que tendrá el forrajero a los que actualmente ya posee el trigo. Con cerca de 16 millones de toneladas de real saldo exportable, las compras de la exportación habrían superado levemente las 15 millones y en donde prácticamente tendríamos embarcadas cerca de 7 millones de toneladas. Sin lugar a dudas estos son números que podríamos denominar "grandes". El problema es que actualmente nos encontramos en plena cosecha.
Con algo más del 40% levantado (según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires), esos números resultan todavía aún más "grandes". Uno de los principales problemas relacionados con la exportación es que los vapores vienen llegando, pero la cosecha no. Razón por la cual resulta imperioso hacerse de la mercadería aunque deba pagarse por ella un valor superior a lo pensado en cosecha.
Pero también está la otra cuestión que no es para nada menor. Sabido es que el consumo interno viene creciendo a buen ritmo y cuando alguno de estos consumos se le ocurre mirar lo ya comprado y embarcado por la exportación, se comienza a pensar en lo largo que puede llegar a ser el año hasta la próxima cosecha. De más está decir que con las actuales políticas se puede priorizar o bien la mesa de los argentinos o bien el ingreso de divisas a través de la exportación. Ahora cuando se pretenden hacer las dos cosas a la vez, con un consumo interno creciendo y una demanda internacional que hace lo propio, ello resulta mucho más complejo. Sobre todo cuando no se cuida a quien genera la materia prima.