"Cerca y lejos de la Convertibilidad"
Que una variable económica vuelva al nivel que tenía a fines de la Convertibilidad es de por sí inquietante. Mucho más si esa variable es el dólar, que en diciembre de 2001 cotizaba 1 a 1 con el peso y resultaba regalado. Dos informes de esta semana coinciden en señalar que el actual tipo de cambio tiene un atraso parecido al de aquel momento.
La manera correcta de medir si hay o no atraso cambiario es mediante el llamado tipo de cambio real multilateral (Tcrm), que toma en cuenta no sólo la evolución del valor del dólar en comparación con los precios locales, sino también el tipo de cambio y la inflación de los países que comercian con la Argentina. Así, por ejemplo, si un país con el que se comercia mucho devalúa su moneda, como sucede con el real, el Tcrm baja, es decir la economía pierde competitividad cambiaria.
El último reporte de la consultora Elypsis afirma que "el Tcrm se ubica en niveles similares a los del final de la convertibilidad". Según sus cálculos, "en septiembre el tcrm se apreció (es decir bajó) punta a punta 3,5% comparado con el fin de agosto", con lo cual ese indicador acumula un atraso del 19 por ciento en lo que va del año y del 25,4% respecto a un año atrás. El estudio que encabeza Eduardo Levy Yeyati explica que la caída del Tcrm del mes pasado tuvo como causa principal la devaluación del real.
El blog Cosas que Pasan viene realizando desde hace años otra de las mediciones sobre Tcrm que se toman como referencia para suplir los números distorsionados del Banco Central, que calcula esa variable pero con los datos de inflación del Indec. Según ese blog, el Tcrm "llega nuevamente al nivel más bajo desde diciembre de 2001": se ubicó en agosto en 111,52 con base 100 en diciembre de 2001. Para tener perspectiva histórica y dimensión del atraso actual, el Tcrm alcanzó un pico de 276 en junio de 2002 luego de la megadevaluación; estaba en 216 cuando asumió Néstor Kirchner en mayo de 2005; se mantuvo por encima de 200 hasta mayo de 2008; la devaluación de principios del año pasado lo elevó a 158. Desde entonces, el desfasaje entre la menor devaluación local respecto a la inflación, sumado a la devaluación del real, del euro y de la mayoría de las monedas de los países que comercian con la Argentina, hicieron retroceder al Tcrm hasta 111,52; es decir, está apenas un 11,52 por ciento arriba que cuando estalló la Convertibilidad y a la mitad que a comienzos del kirchnerismo, cuando el entonces presidente enarbolaba como una virtud gobernar con un tipo de cambio competitivo.
Los economistas que rodean a Daniel Scioli son perfectamente concientes de la existencia de atraso cambiario. Por ejemplo, cada uno de los informes mensuales de la consultora de Miguel Bein muestra como el Tcrm viene acercándose hasta los niveles de diciembre de 2001. El último compara qué pasó en diferentes países con el tipo de cambio real (es decir considerando la inflación) respecto al dólar a partir de enero de 2013: en Colombia subió un 65%, en Brasil un 64%, en Chile un 36%, y un 20% el euro. Esos países se abarataron en dólares. En la Argentina está casi en el mismo valor que entonces, de lo que se desprende que ya quedó diluido el efecto de la fuerte devaluación de principios del año pasado, y que el país se encareció en relación al resto del mundo.
A pesar de que sus economistas reconocen que hay atraso cambiario, uno de los ejes de campaña de Scioli es demonizar la devaluación, atribuyéndole a su principal competidor esas ‘malas’ intenciones. Dijo la semana pasada de gira por Santiago del Estero que "la alianza Cambiemos, con Macri a la cabeza, propone las tres D: desánimo, deslegitimar las elecciones y devaluación‘".
No hay duda de que la devaluación es una herramienta delicada, plagada de contraindicaciones y particularmente peligrosa si se la maneja mal o si irrumpe por la fuerza de los ‘mercados’. La Argentina tiene tristes experiencias al respecto.
Pero la historia argentina también enseña con tristes experiencias, como la tablita de Martínez de Hoz y la Convertibilidad de Domingo Cavallo, que el atraso cambiario es muy dañino.
Es llamativo que el atraso cambiario, el dólar barato, el ‘deme dos’, no esté siendo tan demonizado como la devaluación.
En la resolución de ese dilema, de cómo salir del atraso cambiario usando una herramienta peligrosa como la devaluación o con alguna combinación de medidas alternativas (fiscales y monetarias) que sustituyan o complementen a alguna corrección cambiaria, descansa parte importante del éxito en materia económica del próximo gobierno.
Ayuda, y mucho, el hecho de que si bien el tipo de cambio está cerca del de finales de la Convertibilidad, el resto de la macroeconomía está lejísimos. El país está bastante desendeudado, tanto en sector público como el privado; el mercado interno está muy protegido (no es atraso con apertura); y si bien los precios internacionales de lo que el país exporta no están en los picos de hace unos años, son mucho más altos que entonces.
Si se los escucha con picardía, los economistas de Macri y Massa plantean la devaluación. Si a Scioli se lo escucha con atención, se advierte que lo que generalmente descarta es una ‘brusca’ devaluación, una ‘mega’ devaluación, una ‘fuerte’ devaluación. O una devaluación con algún otro adjetivo de ocasión.
El Cronista Comercial