Entre la inflación y los impuestos
El mundo se está volviendo un lugar menos amigable para la producción de alimentos, lo cual no deja de ser una paradoja o está en abierta contradicción con las necesidades de la población humana
El nuevo escenario lo están diseñando factores como la urbanización que avanza con la cal y el cemento sobre miles de hectáreas productivas, la cada vez más extensa lista de regulaciones ambientales, el incremento del precio de la tierra, que pone en una encrucijada a muchas actividades, y hasta el envejecimiento de una generación de productores que seguramente no será reemplazada por sus hijos. Ya no les seduce el sacrificio de vivir aislados, ordeñar dos o tres veces por día o condenarse de por vida a magros ingresos. La humanidad camina por el estrecho desfiladero que impone producir más con menos. En China, por ejemplo, ya no basta con importar granos sino que directamente comienzan a importar volúmenes crecientes de carne y leche. Lo hacen de la forma más disimulada posible, vía Hong Kong. China es el país que muestra la mayor tasa de consumo de productos lácteos, cercana al 10% anual, superando ampliamente su capacidad de producción. En 2020 superará a los Estados Unidos como el mercado más grande de consumo de productos lácteos.
Esta oportunidad que nos brinda la aldea global sigue sin ser registrada por el gobierno nacional. Carga sobre la maquinaria de producción de alimentos dos tremendos lastres: la inflación y una descomunal presión impositiva.
Los establecimientos de los grupos CREA del sur santafecino sacaron las cuentas sobre lo que deben destinar de sus resultados sobre rindes promedios para pagar impuestos y llegaron a una cifra escalofriante: 77%. Y al seguir la ruta de ese dinero pagado en impuestos detectaron que el 97,5% lo percibe el Estado Nacional, el 1,7% la provincia de Santa Fe y que sólo el 0,8% queda en los municipios.
Por su parte, la inflación está demostrando en los hechos que es un gran destructor de actividades productivas, Ninguna renta se salva de ser limada a diario. Los ganaderos, por ejemplo, tienen precios de la hacienda más bajos que hace dos años, mientras que sus costos han subido por lo menos un 30%. La venta de toros de este año refleja el ajuste: precios inferiores en un 20% a los del año pasado. La inflación acumulada no sólo le pega a la renta del aparato productivo sino que además la aleja del mundo. Aunque el ritmo de devaluación se aceleró en los últimos meses, cercano al 18%, se descarta que con un año eleccionario enfrente pueda alcanzar a la dinámica inflacionaria. Conclusión: la Argentina seguirá siendo cara en los mercados internacionales.
Y, encima, no olvidarse, sigue vigente el esquema de retenciones para casi todas las exportaciones agropecuarias. La ecuación ya no cierra, pero se sigue sosteniendo. Los problemas deben patearse siempre para adelante parece una máxima cortoplacista que en el Gobierno siguen a rajatabla. Así, como otras, las exportaciones de carne están en pleno derrumbe. A los frigoríficos hasta les cuesta completar las 30.000 toneladas de cuota Hilton. Este año el total exportado apenas llegará, con suerte, a las 180.000 toneladas cuando no hace mucho, con gobiernos K, se promediaba las 650.000 toneladas. El 6% de la participación de las exportaciones en el total producido es una muestra clara de su total inexistencia. "Se exporta menos que si tuviéramos 2000 focos de aftosa", puntualizaba el especialista Ignacio Iriarte en su conferencia en ExpoBra, en Santiago del Estero.
Como se sabe, la bala de plata que tiene la humanidad para alimentarse está en la ciencia y su aplicación. Permitirá dar los grandes saltos productivos en forma sustentable. Con el combo inflacionario-impositivo nuestro país no se encuentra alineado detrás de esta gran apuesta.