La Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) y el Instituto de Suelos del INTA Castelar, hicieron un estudio en el que se midieron las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provenientes de las plantaciones forestales-ubicadas en Entre Ríos- y el rol del suelo como reservorio de carbono orgánico.
El mismo reveló que las forestaciones emiten poco óxido nitroso (N2O) -un gas de potente efecto invernadero-, incluso en comparación con el sistema natural y con situaciones agrícolas. Además, los sistemas forestales tendrían un gran potencial para fijar el dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera, lo cual ayudaría a reducir su concentración y potencialmente atenuar el aumento de la temperatura.
Helena Rimski-Korsakov, docente e investigadora de la cátedra de Fertilidad y Fertilizantes de la FAUBA, destacó la importancia del secuestro de carbono orgánico en el suelo y su capacidad para disminuir el aumento del CO2 en la atmósfera.
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Las emisiones de N2O estimadas por hectárea y por año fueron casi cinco veces mayores en el monte que en los tratamientos forestales. Estas cifras indican que la agricultura estaría arrojando valores 23 veces más altos respecto de las plantaciones forestales.
El contenido de nitratos en el suelo fue la principal variable que explicó las tasas de emisión: a mayor contenido de nitratos, mayores emisiones. En cuanto al suelo como reservorio de carbono orgánico, se pudo determinar que se relacionó más con características de los suelos como, por ejemplo, su textura, que con las prácticas de manejo. Los suelos más arcillosos presentaron un mayor contenido de carbono.