Tras las inundaciones que afectaron a algunos de los desiertos más secos del mundo, como Atacama y el Sahara, investigadores explican qué sucede en las zonas áridas y semiáridas de la Argentina, que representan más del 70% de la superficie del país, con suelos frágiles.
El 70% de la superficie de Argentina está caracterizada como árida y semiárida. Para conocer cómo afecta estas zonas el cambio climático, el sitio de divulgación científica Sobre la Tierra consultó a Alejandro Maggi, docente e investigador de la cátedra de Manejo y Conservación de Suelos de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), quien participa desde esa institución en la comisión directiva del Observatorio Nacional de la Degradación de Tierras y Desertificación (ONDTyD) en la Argentina.
Las primeras modificaciones sustanciales en el régimen de lluvias se registraron en la década de 1970, con el corrimiento de las isoyetas (líneas que unen puntos en el mapa con iguales precipitaciones en un mismo período) hacia el oeste de la Región Pampeana. Este desplazamiento significó un aumento generalizado de las lluvias y permitió expandir la agricultura de secano (que no requiere riego) a las regiones semiáridas, que hasta entonces eran consideradas marginales.
Según Maggi, cultivar en muchos de estos ambientes tiene un alto riesgo porque "los suelos son más endebles (franco arenosos y franco limosos) y no tienen la estructura que poseen otros de la Pampa Ondulada, que contienen más arcilla y materia orgánica". Además de esta característica edáfica, el cambio climático también trajo aparejado una mayor frecuencia de fenómenos extremos como tormentas intensas, fuertes sequías (como la sufrida este año en la región pampeana) y golpes de calor, que también impactan sobre el ambiente y la producción.
Nuevas tendencias en el NOA
Maggi se refirió a la situación del noroeste argentino. "En la Puna, como en la mayoría de las zonas áridas y semiáridas, llueve apenas entre 50 y 250 milímetros anuales, pero muy concentrados en el tiempo. Además los fenómenos son más intensos. Es un área donde los suelos son frágiles de por sí, porque son franco arenosos (en el mejor de los casos) o arenosos. Además, poseen altas pendientes (que pueden ser de 45 grados) y, cuando los escurrimientos vienen de la montaña, se producen grandes cárcavas. Una lluvia intensa después de una época seca y con baja cobertura vegetal, con suelo casi desnudo, tiene altas posibilidades de producir procesos de degradación. Los suelos también pueden ser afectados por la erosión eólica, sobre todo al final de la estación seca y al principio de la húmeda, cuando hay vientos intensos con ráfagas superiores a los 80 km/h".
De acuerdo con las estimaciones del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), para las próximas décadas se espera un aumento de la temperatura media de entre 2 y 3 grados centígrados en el NOA como parte del calentamiento global. En esta región también se registró un aumento generalizado de las lluvias anuales, aunque las últimas mediciones estarían marcando una tendencia decreciente.
"Las estadísticas de las últimas dos décadas indican que la situación cambió. Las estaciones meteorológicas de La Quiaca y de Abra Pampa, ubicadas en la provincia de Jujuy, que tienen un registro prolongado en el tiempo, marcaron una disminución en el promedio de las precipitaciones en los últimos 20 años. Además, vemos que el inicio de la estación de lluvias se retrasa cada vez más", señaló Maggi.
Asimismo, se refirió a otras líneas de investigación según las cuales va a aumentar la ocurrencia del fenómeno Niño en el NOA, que en esta región (sobre todo en el Altiplano) tienen un efecto contrario respecto de la Región Pampeana, donde se asocia a años húmedos. "Entonces vamos a tener más sequías", dijo, y subrayó que en los últimos años ya ocurrieron sequías severas en la zona.
Por otra parte, pese a que pueda haber una mayor cobertura en el suelo, la situación frente al cambio climático sigue siendo crítica y está degradando los suelos. "Superados los umbrales que el sistema natural puede soportar, la desertificación se torna irreversible. En las regiones áridas o semiáridas los suelos podrían pasar de una cobertura con vegetación de 20 a 30% pero no podría alcanzar a un 80% en las estepas arbustivas abiertas. Entonces, si llueve más desde los ?70, y más intensamente, aumenta la degradación por erosión y se agravan las consecuencias. Quizás puede disminuir la erosión eólica o exista una sinergia entre ambos procesos, pero seguramente se va a acentuar la erosión hídrica", afirmó.